
Al intentar hacer justicia te juegas la vida
L. Carlos Sánchez
Un día después del estreno de Y el silencio en sus miradas, coincidimos de nuevo en el mismo espacio: Andamios Teatro, esa casa en el corazón de Hermosillo que fue tomada y que es un escenario, o muchos, dependiendo los requerimientos del montaje; esa casa que también es una galería y tiene la disposición de libros a manera de biblioteca, y que también es una escuela que forma actores.
Belén de Santiago llega puntual. El compromiso con ella misma es el compromiso que tiene con su profesión.
Y el silencio en sus miradas es una obra donde la dramaturgia y la actuación corre por cuenta de Belén, bajo la dirección de Rennier Piñero. La dramaturgia es un trabajo de investigación, testimoniales de familiares de víctimas de la violencia, la desaparición forzada, el levantón, término con el denominamos en nuestra entidad ese acontecimiento fatal.
Converso con Belén sin preámbulo, como para soltarnos de posibles ataduras. En su exposición narra sobre los motivos del tema:
“El impulso inicial surge hace muchos años cuando Rennier Piñero, el director, y yo estudiamos un máster juntos en la Universidad Complutense de Madrid y nos enamoramos de la Antígona de Anouilh. En aquel momento no llevamos a cabo ningún proyecto y seis años después, decidimos retomarla.
“Al venirlo a estrenar a México vimos que hay muchos casos de personas desaparecidas, muchos casos de Antígonas que luchan para poder descubrir la verdad y enterrar a sus familiares, y las consecuencias que por desgracia sufren. Esto se entrelazaba también con el hecho de que Rennier, que es venezolano, conoce también de primera mano historias sobrecogedoras referidas a desapariciones en su país.
“Tras un proceso de entrevistas a familiares de personas desaparecidas construimos a Celeste, nuestra protagonista, que ha perdido a su hermano, como Antígona. Celeste está ficcionada a partir de esos testimonios reales.
“En México que lo que es, lo que pasa. En Venezuela es el que es, ¿y en España? Cuando tratamos de unir puentes con España, encontramos a Antígona en otros referentes distintos al mexicano. Pero el motor era común: el miedo que provoca la violencia. Desde ese impulso surge el escribir este texto”.
–Belén, ¿cómo te sentiste en el estreno que fue ayer?
–Estaba muy asustada. Me parece muy interesante haber tenido tanto susto en una obra que habla tanto del miedo. Porque claro, hay una parte muy personal mía, en esto del miedo. Ser Antígona, atreverme a plantarme, significa también mucho para mí, que estoy habituada a protegerme, a comportarme como la “Ismene sensata”, frente a la Antígona de “hasta aquí hemos llegado”. Y tuve una mezcla de susto y de emoción por hacerlo aquí, en este espacio especial, pequeñito, íntimo. Fueron muchas emociones.
–Anoche como espectador me sumergí en una historia en la que de no haber sido porque sabía que estaba en una función de teatro, yo hubiera estado en una situación testimonial donde el teatro no tiene nada qué ver. ¿Cómo haces para lograr que así sea?
–Qué bonito que te haya pasado eso. Desde el primer momento el hecho de que surja de historias reales, te coloca ya como intérprete, incluso como dramaturga, en un lugar muy especial, muy comprometido… porque hay una persona real detrás, eso es muy fuerte. Una persona viva, que tú la conoces, entonces quieres cuidar mucho su historia. Creo que esto es lo que ha colocado este texto en un lugar tan testimonial. Particularmente además el teatro documental es algo en lo que tanto Rennier como yo hemos explorado en España con la compañía The Cross Border Project. Para mí una de las cosas más valiosas de este tipo de teatro es el “sentirse acompañada” en el proceso de creación con esas personas reales sobre las que está inspirada la historia.
–¿La empatía con el otro es un acontecimiento genético o es un desarrollo durante la vida?
–¿Si es algo genético o es algo que se aprende? Es la eterna pregunta, como en todo, en realidad. Es curioso porque en el texto también nos preguntamos con lo del miedo, ¿qué parte del miedo se hereda? La propia Celeste (personaje de la obra) se está preguntando qué parte se hereda, qué parte se aprende. Cuando empieza la obra dice: Yo creo que hay parte de la tragedia que se hereda. Pero luego también habla del condicionamiento vicario, que es algo muy distinto, el yo aprendo a tener miedo porque lo he visto en el otro. La empatía, podemos preguntarnos lo mismo, ¿qué parte tiene qué ver que tú lo heredas como ser humano, con tu entorno, y qué parte es que tú creces en un entorno donde la empatía es muy grande y también aprendes a desarrollarlo? No lo sé.
–El personaje que es Celeste, confiesa que no pudo cantar una canción que todo el mundo canta. Partiendo de esto, tampoco todo mundo puede actuar, o ser actor, entonces: ¿cómo se logra esa capacidad de desnudarse ante el otro, desnudar las emociones, el cuerpo, cómo se logra esa valentía?
–Porque hay una necesidad de poder expresar, buscar, tratar de comprender, quién eres, yo tengo una necesidad de tratar de comprender quién soy, quiénes somos, y el teatro me parece que genera el espacio ideal por la presencia real de las personas, para poder hacer eso. A mí me nace como una necesidad, igual que tengo el miedo de hacerlo, porque asusta, hay algo muy fuerte dentro de mí que es como… es que esto es una experiencia humana muy fuerte, cuando tú puedes desnudarte y ver que esto es lo que soy, con la mierda y con lo bello. Eso te parece muy valiente pero al mismo tiempo tiene una recompensa muy grande que es poder ver en la otra persona que también es una persona como tú, que también le pasan esas cosas así, o de otra manera pero que es capaz de ponerse en tu lugar.
–Y esta manera de asumir el oficio, de hacer teatro, donde me queda claro que aparece toda proporción de búsqueda del reflector, la fama, porque luego hay personas que buscan más el aplauso que a sí mismos.
–La fama no es algo que yo necesite, tengo más necesidad de encontrarme en el aquí y ahora, con las personas que tengo cerca. La fama la vinculo más a algo que te puede ayudar mucho en un momento dado, pero que está más relacionado con la imagen de ti, no tanto con lo que tú eres. Me cuesta mucho esto, me recuerda a mi relación con las redes sociales, que hay veces en que me peleo mucho y me digo: ¿esto cómo se hace? ¿Cómo me cuento a través de una red social, para quién, pensando en mis amigos que realmente me conocen y me quieren o pensando en que se mezclan como dos mundos? El mundo de por un lado del marketing, que lo aprecio y entiendo, pero que me hace sentir muy vulnerable y perdida, y el otro, que es donde me siento más cómoda: el mundo real, “aquí estoy con vosotros, esto es lo que somos aquí en este momento”.
–Anoche estuviste con nosotros.
–Estuve con vosotros, lo sentí, y tenía mucho susto, sentí cómo podía compartir ese susto con vosotros.
–¿Eras consciente a plenitud de lo que has venido a contarnos, eres consciente de lo que nos está ocurriendo a nosotros los mexicanos, los sonorenses, en cuanto al tema de desapariciones forzadas?
–No soy consciente y me apabulla bastante escuchar, porque claro, lo que he hecho es preguntar mucho, sobre todo para poder contarlos desde un lugar respetuoso, y también de querer comprender, y escuchando las historias me apabulla mucho porque aquí hay muchas historias como esta, vinculadas al problema del narcotráfico, y a mí esto me resulta muy distante. No soy consciente. La primera vez que lo hicimos hubo un silencio que no sabíamos muy bien cómo gestionar. Estoy descubriendo lo que esta obra provoca y espero que sea algo que pueda ser positivo para el público porque no pretendemos que nadie sufra por sufrir. Es más una necesidad de poder hablar de algo que sí es muy universal, que es la necesidad de recordar, de hacer memoria y honrar a aquellas personas que ya no están, que desaparecieron. Yo sé que parto de un lugar universal donde ha sucedido algo gravísimo como es la desaparición de una persona, y yo tengo miedo a poder hacer justicia sobre esto, esto es algo que a mí me mueve mucho, como si me doliese más que la pérdida en sí, que ya es muy doloroso, pero encima a nivel social hay construido un sistema por el cual tú al intentar hacer justicia te juegas la vida.