
L. Carlos Sánchez
Hay una exploración punzante de la violencia. El ente constante que no pierde vigencia.
La arbitrariedad paradójicamente calculada. Cada movimiento en escena, cada una de las frases, ocurren con rigor, para que el entramado de la puesta mantenga la coherencia.
Cuando digo arbitrariedad me refiero también a la valentía plausible del guion. Esa dramaturgia didáctica que nos revela las condiciones de los personajes creados por William Shakespeare.
El montaje como un libro abierto donde las voces en escena nos revelan o recuerdan fechas, nombres, pasajes cruciales de la historia del teatro hecho por el grande, el mayor: Shakespeare.
Pero que ganas de hacer y transformar. Que implacable deseo de actuar de este Colectivo Independiente Punto Tres, que se presentó en la Muestra Estatal de Teatro 2018, con Ser o no serlo, o el arte de la crueldad de Shakespeare. Dramaturgia y dirección de Rafael Evans. Actuaciones de Aranza Kawaminami, Daniel Iván Campos, Juan Francisco Estrada, y Samhir Avendaño.
Es como una maraña. En el escenario. Las muchas llantas, la percepción del caos, el juego rítmico de una construcción plástica. Emergen los personajes y en un tono casi vertiginoso, nos ponen en la palestra los intríngulis que construyeran los dramaturgos de marras.
Jugar a actuar. Conducirse con sus nombres en escena, lo que en realidad son, pero asumiendo la investidura del personaje que representan.
Son estas las ganas de separarse de las ortodoxias. El respeto irrestricto que ya no se le confiere a esa grandeza, la reverencia por demás dicha una y otra vez. Con todo respeto.
A Evans, en su acto de creación, el impulso y las ideas le conducen a la confección de una puesta donde el teatro clásico se vuelve contemporáneo, y lo pone a la vista en un estuche cotidiano que bien puede ser una o dos hieleras de frigolit.
Son los objetos con los cuales nos envía el mensaje de que se actúa a los clásicos, sí, pero en este tiempo donde toda esa violencia por demás descarnada desde la creación de Shakespeare, es analogía de un disco rayado. Lo mismo una y otra vez. La crueldad que no termina de irse.
Como espectadores (o yo como espectador) nos asomamos a un ensayo de la obra Shakespereana, la descripción nítida de los personajes. Con la habilidad de la imaginación para implementar recursos escenográficos donde el efecto multimedia cobra vigencia. Y una postal con la imagen del máximo creador que de pronto es un fantasma que toma por asalto el escenario.
Cuanta pirotecnia para asombrarnos. Cuando ya la seriedad de los diálogos nos llevan de la mano a un análisis profundo de la dramaturgia de Shakespeare, ocurre el baldazo de agua. La alegría de saber que estamos aquí y ahora. Lo que somos en esta realidad que (conclusión determinante) solo la risa y la ironía podrá dosificar el dolor que nos devasta por toda esa muerte que se vuelve cotidiana.
El texto ad hoc para los actores. La precisa construcción donde cada uno de ellos se reconoce en su personaje, y fluir. A veces duele también la capacidad de entrega. Porque el esfuerzo y la entereza están allí. Incentivo de la voz de quien dirige.
Esto se llama locura-valiente. Porque la búsqueda de un lenguaje se dibuja a priori en la existencia del Colectivo. Una y otra vez para definir su estilo. La autenticidad que ya identificamos desde el inicio y desarrollo de esta puesta y otras tantas más.
Jugar, ser, dar, parecerían ser las premisas establecidas. A todas luces los actores se nos entregan. Porque como punto de partida, queda muy claro, tienen la consigna de que “todo escenario es una osamenta de historias”. Ellos cuentan su historia desde su perspectiva: la violencia otra vez. Decirla. Porque es lo que obsesiona, porque es lo que desde siempre nos aniquila.
Conmueve la sagacidad de la puesta en ese momento en que los elementos para la confección del alimento ligero: pan, jamón, mayonesa, lechuga, tomate, son la síntesis de la historia de Romeo y Julieta.
Cómo no reír, cómo no agradecer el ingenio. Cómo digerir la hilarante crueldad con la que nos ponen sobre la mesa un plato de sopa deliciosamente putrefacto. E ingerirlo todo.
Lady Macbeth, Yago, Hamlet, Ricardo III, Ofelia, Evans, vuelvan pronto.