Sientes la molécula de dopamina recorrer tu cuerpo ochentero
Esthela Pereyra
“Me gusta como llevas el ritmo,
me gustaría bailar como tú…”
Y caes en cuenta de que sí sabes bailar. Doblas el codo izquierdo y lo subes a la altura del pecho con el puño semi cerrado, haces un leve giro de hombro y cadera al tiempo que das un paso hacia el frente, retornas al centro y repites el movimiento por el lado derecho. Ahora estiras el brazo encima de tu cabeza, lo sostienes tres segundos y empiezas a bambolearlo de un lado a otro, una y otra vez. Miras en derredor y estás en sintonía perfecta: gozas, observas enfrente, atrás, a lo lejos, haces recorrido panorámico, que belleza, todxs siguiendo la misma coreografía, sincronía grupal. Sabemos bailar.
En eso, suenan los primeros acordes de la siguiente canción, un adagio y el corazón te da un vuelco. ¿Cuál es, cuál es?, le preguntas a tu cerebro cincuentón, quieres forzarlo a responder. ¡La conoces! ¡Lo sabes! Y en eso, por inercia, sin razonarlo siquiera empiezas a cantar. Tú, las once, las cuarenta y siete y las tres mil almas del concierto en el que estás. Qué hermoso. ¡Sí!, también sabemos cantar. Aplaudes de nuevo, con frenesí. Es el concierto de Pandora y Flans. Sientes la molécula de dopamina recorrer tu cuerpo ochentero. Esto es ir a un concierto generacional.
Te sabes las letras de todas las canciones y a quien le quedaban, sabes exactamente dónde estabas cuando las cantabas, quién te gustaba y los amigos con quien te juntabas. Las letras te recuerdan lo que fuiste, lo que eres. Afloran sentimientos y te das cuenta, que estás bien de la mente y no hay tal pérdida de memoria como habías pensado. Todxs a tu alrededor tienen una comunión contigo, son afines, comparten tu historia musical, tu gusto, excepto el de enfrente, su papel en el show es ser el asta de la bandera inexistente. ¡Qué fusión! Aplaudes otra vez.
El artista(s) es tu amiga del alma, le escuchas, le observas, cantan juntas, le contestas cuando habla, afirmas y niegas lo que platica al micrófono, le sonríes, le quieres. ¡Sí, la(s) quieres! Comparten tal energía que se alinean. Es entonces que el concierto prende y están ahí en total sinergia. Eso pasó con Ilse, con Isabel, con Mimí, con Mayté, con Fernanda. Son más de treinta años de recuerdos compartidos.
Me hace pensar, ¿dónde están las y los artistas de mi juventud? Reúnanse, reencuéntrense y hagan conciertos. Validemos a Sócrates. Ustedes son felices cantando y nosotros sus contemporáneos, créanme, seremos felices viéndolos. Seamos felices juntos.
“Hoy por ti, mañana por mí / negocio perfecto / firma aquí…”