Las preguntas que se vuelca: ¿de dónde y por qué la exploración de los temas?
L. Carlos Sánchez
El barrio mítico. Donde los furgones cargados de esperanza se avizoran como un caudal de historias en la también Heroica Guaymas: Puntarena.
Aquí entra el tren y en sus góndolas vive la oportunidad para el trabajo, la manutención. De este barrio emana la historia que da título al libro escrito por Sara Valle, que ahora explora, después de su faceta como maestra-lectora, el oficio de la palabra que se consuma en libro. Ópera prima ésta en la que las voces de los desvalidos, sobre todo las mujeres, encuentran refugio desde sus historias de vida para sentirse acompañadas del posible lector. Empatía fundamental la que desarrolla la autora.
Puntarena es la poesía en su fonética, y se acuerpa esta en las desventuras y miradas desoladas de los personajes. Aquí un cachito: “Mi apá fue un hombre normal: tranquilo, trabajador y borracho. Platicaba mucho con mi amá, le contaba penas y miedos, pero no tan profundamente como lo hacía cuando tomaba con sus amigos y que yo escuchaba tras las cortinas de la sala. Me escondía para escucharlos. Quién sabe cuántas leperadas y chistes de color escuché escondida, pero ni les entendía mucho, hasta que me fui haciendo maliciosa, cuando empecé a crecer”.
Podría ser este fragmento la suma de todas las voces, el camino que recorren las historias, aquí donde el lector atisba con lupa en lo que subyace en cada uno de los acontecimientos que contiene la propuesta de Sara Valle.
Las preguntas que se vuelca: ¿de dónde y por qué la exploración de los temas?
El escritor/a se ase de lo que la memoria condena, lo que el recuerdo aprisiona, de las obsesiones que se acumulan en su paso por la vida.
¿Cuántas desventuras vistas en su experiencia personal? ¿Cuántas historias en su bagaje de mentora y política? Los argumentos a todas luces vistos sólidos cuando se es madre, hija, esposa, hermana. Las lecturas previas que desencadenan en el deseo de escribir.
Una nueva voz nace en la literatura sonorense. Que la permanencia acuerpe el oficio. Porque hacen falta estas miradas que describen al otro, siempre con la insistencia en halar de la mirada a los lectores para que la violencia de género no se nos haga costumbre o pase desapercibida.