
L. Carlos Sánchez
Julio Patricio Cárdenas es actor. Y un juglar por elección, o quizá por un ordenamiento genético.
Hace unos días que regresó de Colombia, este país que pare constantemente a grandes narradores. Volvió maravillado de tanto colorido.
Hace unos días coincidimos con Julio en el patio de su casa, donde preparó café veracruzano en una talega improvisada. Donde también, con el sonido de una fuente y el olor a tierra mojada, conversamos sobre su participación en el 32 Encuentro de Narradores de Historias y Leyendas, en Buga, Colombia.
En el trayecto de la charla Julio elocuente me dirá maravillado el buen sabor de boca que le ha dejado este festival donde la palabra convoca a la emoción. También aportará que Hermosillo está listo para que un encuentro de estas magnitudes suceda, siempre y cuando la suma de voluntades coincida. Y listo.
Llama la atención la mirada de Julio sobre los colores que arropan el paisaje urbano en ciertas regiones de Colombia:
“Tomando como punto de referencia de que en Colombia hay muchos narradores y cuenteros, también hay mucha expresión artística. A mí me dejó impresionado la manifestación visual, muchas pinturas, graffitis.
“Cali es una ciudad grandísima y la mayoría de sus casas están graffiteadas, desde letras de cholos hasta el trazo que se ha ido perfeccionando, incluso murales hermosos, temas juveniles que buscan mejorar la manera de manifestarse en sus estilos.
“Guatapé es un pueblito muy turístico, pequeño, pero la mayoría del pueblo está pintado, allí más que murales son decoraciones para hacerlo pintoresco, colorido, y se hacen llamar la ciudad de los zócalos porque tienen aparte de las pinturas, ciertas partes en relieves: flores, frutas, carritos, una guitarra con sus respectivos signos musicales que están realzados con cemento en el material del zócalo, y hasta una pequeña Lulú”.
A comer plátanos. Y contar cuentos
Pretendiendo escudriñar la memoria de Julio, hago la pregunta sesuda: ¿A qué fuiste a Colombia?, intentando que la respuesta me lleve a la narración de ese encuentro. Julio responde sin ambages: “A comer plátanos”. Yo tampoco lo podía creer. La respuesta era cierta. Y en ella amplió:
“No sabía que iba a eso pero a eso fui. Porque los plátanos te lo dan en todas las presentaciones: desayuno, comida, cena, como postre, como acompañamiento de carne, frijol, arroz, el clásico patacón que es un plátano que aplastan, es un pedazo grande que parece pechuga de pollo, es como un plátano macho, lo aplastan y lo guisan. Los colombianos son especialistas en plátanos, tienen como veintiséis especies y los preparan de diferentes maneras”.
Dice Julio: “El pretexto de mi viaje fue el ir a contar cuentos en marco del 32 Encuentro de Narradores de Historias y Leyendas, en Buga, Colombia, cerca de Cali. A este encuentro acudimos veintiún cuentacuentos de diversos países: Argentina, Colombia, Chile, Venezuela, Bolivia, Francia, España, Colombia y México”. Lindo pretexto, me digo. Y pregunto:
–Como aprendizaje ¿qué te deja este encuentro?
–Hay mucha diversidad de historias. El objetivo del festival es ir a contar cuentos, pero también contar leyendas y cosas relacionadas con las comunidades de cada uno de los cuentacuentos, lo cual me parece acertado, y más que festival de cuentistas me parece un encuentro de narradores. Los narradores nos juntamos para compartir esas historias de nuestras regiones. Desde allí se arman grupos de narradores quienes visitamos escuelas, bibliotecas, casas de cultura, acudimos a las mismas calles, a las plazas públicas y museos.
La inauguración se hizo en el Teatro Municipal de Buga. Buga es una ciudad grande pero con ambiente de pueblo, parece como si fuera un puerto, el mar está a dos horas de distancia de Buga, pero allí se vende mucho marisco. En Buga tienen una iglesia grande que es la referencia de la ciudad, es de un patrono de ellos que es el señor de la misericordia, y como ellos son muy religiosos, cada fin de semana se llena de personas esa parte, acuden a la iglesia a agradecer. Y cada siete años sacan al cristo gigante que tienen dentro de la iglesia, lo pasean por el pueblo, y éste fue uno de esos años, hubo mucho movimiento previo al festival, esto lo comento porque en contexto de la iglesia hay un andador de unas ocho cuadras que es lo que me remitió al ambiente de puerto: hay palmeras, comida de mariscos o cosas religiosas. Todo el andador está adoquinado, mucha gente se baja de los camiones y se va caminando o hincada a agradecer al santo patrono.
Aparte de todo eso se hace este encuentro que parece que es el más antiguo de Latinoamérica, en estos treintaidós años se ha consolidado la presencia del público, y tanto en inauguración como en el cierre, estuvo casi lleno, y un muy emotivo evento de clausura.
Cuenteros que rolan
–¿Enamorado del paisaje?
–Enamorado del paisaje. Murales por todas partes, clima maravilloso, la gente amable tanto en su actitud como en su manera de expresarse. Hay una frase muy de ellos: “Bien puedan”, que significa bienvenidos, pase usted. Y al final siempre un gracias, con gusto, una actitud muy positiva. Eso lo resalto porque en Colombia años atrás vivió momentos muy difíciles como país: violencia, droga, narcotráfico. Ahora todo está cambiando.
–¿Cuáles eran tus expectativas al enterarte que asistirías a este encuentro?
–Mucha emoción tanto por los que escriben como por los que narran. Hay muchos cuenteros, no me sé los nombres, pero hay mucho movimiento de cuenteros. En Cali me tocó asistir a un cerro donde hay la clásica vendimia, convivencia de la gente, pero en la misma plaza se avientan entre tres o cuatro horas de narraciones, con presencia de mucho público, los narradores se van rolando, se van dejando para el final a los más reconocidos, los más famosos. Al estar cerca Bolivia, Venezuela, Costa Rica, Panamá, pues los cuenteros rolan. La emoción de que iba a eso, y el no saber a qué tipo de festival estaba asistiendo me abordaba una emoción como reto.
Estando allá, los organizadores del festival tienen el acierto de que invitan a todo tipo de narradores, principiantes y con trayectoria, la premisa es que lleven leyendas y anécdotas de sus tierras. La selección es variada, y en el solo hecho de convivir uno aprende de los demás. Es un taller pero en vivo.
Venicio Becerril
–¿Por qué narrar?
–Narro porque ya lo traía en los genes. No lo sabía hasta que tomé un curso de narración con Rubén Corvette y Armando Trejo, como en 2003. Acudí y me gustó. Por qué digo que lo traigo en la sangre, porque he descubierto que se me mueve mucho el gusto y la pasión de contar por mi tata Fernando Montaño, quien tiene noventainueve años de edad, quien vive en la sierra, y de quien desde que recuerdo nos contaba anécdotas e historias.
Y en este tema empecé a desarrollar un personaje en base a primeramente un repertorio de narración de cuentos regionales que lo narraba un fulano en la sierra, el personaje se llama Venicio Becerril, este personaje poco a poco fue ganando presencia, fue tomando vida y en un momento se convirtió en obra de teatro unipersonal, narrativa, clown, un todo mezclado en un performance. De ahí que hubo necesidad de ponerle nombre al personaje por una convocatoria de teatro que se abrió.
Y Venicio Becerril toma vida, hace varios años, armamos el repertorio, la obra, y luego se hace el youtuber, y esto tiene qué ver con Colombia, porque cuando me pasan la convocatoria, que yo andaba muy ocupado, pero al ver la convocatoria decía que por favor enviara videos de leyendas y anécdotas personales. Lo único que tenía grabado en ese momento era lo que tenía con Venicio y lo mandé. El día que me avisaron que les gustó mucho, que me invitan al encuentro, pues invitan a Venicio y no a Julio Patricio, y así es como se va Venicio a este viaje.
–¿Qué te deja este oficio de narrar?
–Me deja mucha satisfacción, por principio los aplausos, como cualquier obra de teatro o recital, el aplauso motiva al artista. Ya de ahí la respuesta del público, pero la verdad es que la narración durante de, te da la posibilidad de ir midiendo al público, sobre todo cuando participan los niños, y cuando son adultos, muchas veces con el simple hecho de que están allí, sin hablar, expectantes, y que al momento en que cierras el cuento la gente responde, no solo con aplausos sino con risas, suspiros, eso te da mucha manera de percibir al público.
Y también sucede en ocasiones que el mismo público se acerca compartir algo, a agradecer, a decir que se acuerdan del tío, del abuelo, de lo que sea. Y que bien que lo preguntas porque también me da pie para decirte que así fue como surgió el repertorio que se convirtió en la obra de cuentos, porque durante muchos años de narrador que he andado por Sonora, al contar los cuentos no faltaba quién me contara un cuento, una anécdota, una situación. Me pasó en Álamos, en la sierra, en el valle del yaqui, y es así que el repertorio se arma con cosas que me contaron… incluso hay dos cuentos, uno de Ignacio Búsani y otro de Gerardo Cornejo.
En 2007 en unas Fiestas del Pitic, al terminar de hacer un espectáculo de narración de cuentos de historias de Hermosillo, se acerca en aquel tiempo Gerardo Cornejo, escritor, y me dice: Me gustó mucho, tengo un libro que se llama Pastor de fieras y me gustaría regalártelo para que lo leas y tomes las historias que gustes. De ahí tomamos el de Meado de perro y el de Circ cruel que va sobre un circo que anda por la sierra con un montón de vicisitudes y problemas y de una manera muy cruel buscan salir adelante. Así fue como se armó el repertorio, por este eco de andar contando cuentos.
Regresando al punto de Colombia que hay muchos narradores, cuenteros, también hay mucha expresión artística, a mí me dejó impresionado la manifestación visual, muchas pinturas, graffitis. Cali es una ciudad grandísima y la mayoría de sus casas están graffiteadas, con muchos tipos de, desde letras de cholos hasta el irlo perfeccionando, incluso murales hermosos, temas juveniles que buscan mejorar la manera de manifestarse en sus estilos.
Guatapé es un pueblito muy turístico, pequeño, pero la mayoría del pueblo está pintado, allí más que murales son decoraciones para hacerlo pintoresco, colorido, y se hacen llamar la ciudad de los zócalos porque tienen aparte de las pinturas, ciertas partes en relieves: flores, frutas, carritos, una guitarra con sus respectivos signos musicales que están realzados con cemento en el material del zócalo. Y hasta una pequeña Lulú.
Julio Patricio muta a Venicio Becerril, no doy cuenta en qué momentos los ojos se le abotagan a más. Cuenta desde la mirada. La emoción es un manifiesto desde el cuerpo. Parecería que nunca dejará de hablar. Argumento sólido cuando la pasión del oficio se refrenda al través de la palabra.
Carlos, también quiero decirte que… ponle esto en la entrevista, es muy importante… habrá pronto una presentación de Venicio en el teatro… me gustaría que dijeras que el Encuentro de Narradores… espero que coincidamos pronto…