
Carlos Sánchez
Un día la miré entre las butacas del teatro. Su voz indicaba los caminos. Los actores respondían a su propuesta.
Montaban una obra y la imagen que más recuerdo fue la de un río que armoniosamente se desbordaba. La pasión dijo presente. Al final del ensayo continuaron conversando. Conjeturas entre directora y actor y actrices. Como peces en el agua.
Misuki Takaya es egresada de la Licenciatura en Artes por la Universidad de Sonora, opción Teatro. Con la generosidad que le caracteriza, accede a esta conversación:
–Misuki, ¿por qué dirigir?
–Por el deseo de posibilitar una o muchas lecturas diferentes a lo que ya está, por el intento de crear un campo de diálogo entre el papel mismo, actores, dramaturgo y público.
–¿Cuáles son los objetivos que te trazas, en qué o en quiénes piensas?
–Siempre depende de la obra, decía Villareal (dramaturgo, director, docente) que en cada montaje, en cada trabajo, hay que volverse a hacer las preguntas: ¿qué es teatro?, ¿qué es ser persona?, en ese sentido los objetivos cambian en cada proyecto o momento de la vida. Pero de manera muy general pudiera decir que mi objetivo es crear y pensar en “posibles realidades”. Pienso en la humanidad: siempre me cuestiono y me debato la palabra humanidad.
–¿Cuál es la diferencia entre actuar o dirigir?
–Actuar es crear en presente el personaje. Después hay que posicionar y accionar el personaje en los escenarios que se proponen entre el texto y dirección. Actuar es la acción y la acción la respuesta a todas las variantes entre texto, dirección, público, y por supuesto, las decisiones que el personaje toma.
Dirigir, al menos en mi experiencia, es poner, crear espacios para que esto suceda. El director conforma variantes, elementos, manifiestos y crea otro nivel de lectura, la propuesta, pues. Para mí un buen director es aquel que traspasa la muestra y explicación y crea niveles de lecturas.
–Como actriz ¿cuál ha sido tu mejor personaje, y por qué?
–Sra. Smith, en La Cantante Calva, de Ionesco. Estaba en la universidad y sólo fue una lectura dirigida por José Vargas, pero la creación del personaje fue exquisita: la voz, la postura de la cabeza, los gestos, además confeccionamos nuestro vestuario con periódico.
Otro que me gusta mucho es Igor, en La Familia Frankenstein. Lo interesante es el contrapunto de lo que es y parece. Igor es el resultado de lo que la humanidad desprecia, pero él responde con amor. Igor sufre, tiene una joroba y de ahí su voz y cuerpo, pero en ningún momento es un personaje lastimero y mucho menos se lamenta de sí. Es un personaje que le tomé mucho cariño, porque me tomé mucha calma para realizarlo, estudié sus pasos, la limitante de un cuerpo erguido. Igor es el más amado de todos mis personajes.
–Como espectadora, ¿cuál ha sido la mejor obra que has visto, cuándo, dónde?
–El cuerpo de U, de la Compañía Bola de Carne, en León Guanajuato, en la pasada 38 Muestra Nacional. Lo más interesante de esta puesta era el “fenómeno” en el público. Me quedé encantada, es algo que yo quiero hacer y hasta el momento no he logrado del todo, trabajar “el fenómeno” y el rito en el teatro.
–¿Qué opinas del movimiento independiente de teatro que se ejerce en Sonora?
–Rico, variado, no suficiente, pero rico en formas. Volviendo al “fenómeno”, me parece genial que existan proyectos que se hacen fuera de un escenario convencional, porque trascienden y modifican lugares. Igual es cierto que estos proyectos responden a la falta de teatro y a la necesidad de apropiarse de espacios de conflicto, pero es buena señal que el teatro independiente apueste a responder a esas necesidades.
–¿Cuál es tu canción favorita, y por qué?
—Wasted Years de Iron Maiden. Es una canción que habla del presente, los años mejores… Y pues es Iron Maiden.
–Cuéntanos sobre tu experiencia de dirigir Lucía Pérez, obra de Fernando Muñoz.
–Fernando es un autor que da voz al dolor, a la frustración, es muy atinado en eso, puesto que en la ficción les ofrece lo que esta realidad no les da. Y sus textos duelen, son intencionalmente incómodos. A veces siento que los textos de Fer dejan salir algún olor, y como si se escurriera algo, es un dramaturgo que sabe intimidar y molestar con lo que escribe.
Lucía Pérez, presenta un reto porque yo suelo exponer el dolor con irreverencia y a la vez busco cierta paz, no quiero condenar al mundo. Pero el texto me confrontó: me llamó cobarde, indiferente; yo contesté que creía que la búsqueda de justicia no estaba en el vivir los hechos, que nada podíamos hacer con Lucía y yo no quería traer a una Lucía a condenarla al dolor. Pero en el texto hay razón para el dolor y éste demanda.
Diana, Luis y Daniela (actores de Lucía Pérez), y yo, coincidimos en algo: lo único que sabemos es que Lucía no está viva. A partir de esa certeza, trabajamos en ¿cómo dar voz a eso que demanda el texto? ¿Se puede llegar a una justicia poética? Fue así que creé un campo donde intentamos responder esas preguntas, y posibilitar el andar de Lucía que perdimos en esta vida.
–¿Qué es Teatro Breve y qué significa en este momento de tu vida su existencia?
–Teatro Breve Sonora es el espacio de la convivencia y creativamente es la síntesis de lo que hacemos. Teatro Breve es la prueba de que sí se puede hacer comunidad. Para mí, Teatro Breve, es mi navidad, mi momento esperado del año. Teatro breve me ha dado la oportunidad de hacer un buen trabajo de gestión, y de pensar en mi trabajo como parte de proyecto más grande.
–Arte por el arte, como entretenimiento, o arte que incite a la reflexión, a la concientización, que denuncie, que informe, ¿por cuál te pronuncias?
–Arte por el arte y de ahí todas las que vengan, sobre todo si pagan.
–El arte no tiene la obligación de concientizar y tampoco es entretenimiento. Mis peores momentos en el trabajo han sido cuando quiero forzar la reflexión y los más vacíos cuando sólo me enfoco en entretener. Pienso que el arte no tiene una tarea específica, pero mejora muchas cosas.
–Naciste en un puerto, ¿qué te dice el mar?
–Que compre un sandwish de atún y regrese a recordar la paz.