Por Bruno Herley
1.- Y pensar que alguna vez el cine mexicano fue de lo más realista: sexo, pisto, drogas e importamadrismo. Y no ese cine mexicano de películas pequeño burguesas realizadas por pequeños burgueses que hablaban sobre donjuánes posmodernos o historias interconectadas entre sí con agujeros de gusano (muy al estilo Donnie Darko, pero versión chilango condechi); o de directores de cine revolucionarios de salón que recibían dinero del gobierno opresor para contar historias sobre cómo ese gobierno opresor tenía en las miseria y violencia a la gente, haciendo uso de la estética de la pobreza desde su perspectiva de hijo de papi.
Es momento de rescatar al cine mexicano de tanto pretencioso. Es momento de volver a las películas que llenaban cines y divertían: albures y encueradas, cabarets de mala muerte, joterías como recurso de comicidad… et al. ¿O no?
2.- La pequeña burguesía creativa considera a su teléfono inteligente como lo eran las canciones de Silvio Rodríguez en los setenta: les permite decir cosas que jamás harían.
3.- Alguien me dijo que Fidel y el Che intercambian rolex, fumando habanos y montecristos. A lo que contesté: algo bueno tendría que dejarles el haber estado en la Sierra Maestra entre moscos, mierda y con la vista sicalíptica de sus subalternos poniendo atención a la cadera cada que se agachaban, ya que tenían meses sin ver mujeres 🤪 Bien chaser el asunto.
4.- Ya son varias veces que escriben sobre directores de cine que filman con iPhones. Si no fuera porque Apple es la empresa más miserable del orbe, diría que pagan por esa publicidad. Es entonces que me propuse grabar una película con un s2 Samsung que trate sobre mujerzuelas y mujerujos, harto pisto y drogas al por mayor, para que sea más chingona. Su nombre será: Arrimones de vecindad.