L. Carlos Sánchez
Quiero descubrir las canciones de Noel Nicola. Cantarme en ellas. Si vas a amar mi cuerpo súmale su peso.
Decir la vida en tonadas simples, con palabras llanas. Que me expliquen eso del equipaje viejo que me soy.
Quiero saber de Nicola. Qué lo hizo cantar y suplicar desde su guitarra. Con su voz lánguida que retumba en los arcos de mi pensamiento.
A veces tengo tanto amor encima / que tengo que ir y repartirme en versos/ no quiero sentirme culpable nunca/ ámame así como soy…
Mi hijo se estira en la cama. Mientras Noel llega de madrugada. Acompaña mi café con sus versos. Me nace allí esta necesidad.
¿Cómo serás Noel de cerca? ¿Qué padecimientos te acompañaron desde siempre para hacerte cantar lo que escribes?
¿Cómo es la mar y su forma, la que miran tus ojos, la que recorres en tu andar? Acaso esa ola que miras un día tocará los pies de mis hijos.
Un día, Noel, la radio me sorprendió con tu voz. Venía de enterrar la muerte en el cuerpo del vate. El que más refrenda la poética que habita en el desierto.
Supe la vida y su trascendencia. El desánimo se convirtió en júbilo. Todo en una canción. Di reversa y anduve los árboles con las manos.
Un pájaro allí imitando tu voz extendió sus alas. El tarareo de tus versos me llevó luego a una montaña. Mi hijo esta vez me escaló las emociones.
Tiempo después supe de tu apodo, que te llaman, Noel, El tranquilo de la nueva trova. No puede haber emblema más certero.
Porque tu voz, Nicola, me envuelve en ese halo sereno en cada una de sus notas. ¿Cómo se llama tu guitarra? ¿Quién la puso por vez primera en tus manos?
Quiero decirte, Noel, que un día mi padre ingresó al hospital. Que le puse una de tus canciones desde una radio vieja de onda corta. En esa estación donde diariamente dedicaban una hora a tu obra.
Si hubieras visto sus ojos. Esa rolita, Carlos, esa rolita. Me decía padre con fruición. Nunca lo sabrás, lo sé, que esa canción la escribiste pensando en mi padre.
Te lo cuento, Noel, porque en esos días de agujas y desvelos, padre me confesó lo de su baúl sobre su cuerpo. El andar una y otra vez en exploración de sus mujeres.
Tal como lo dices en versos, así de fácil. ¿Cómo haces, Noel, para que todo parezca tan claro, tan demencialmente transparente?
Hoy es día de la memoria. Como una regla volver a los nombres tuyo y de mi padre Alberto, quien también como tú amó la mar como un poema siempre en construcción.
La patria es la canción que se dice en una guitarra. Lo supe por palabras de agonía, cuando sus ojos se desprendían de la tierra. Me lo dijo susurrante.
Años después, Noel, te lo cuento, porque años después me entero que tus pulmones al igual que los de padre, colapsaron en el placer de la nicotina.
Ambos quizá se tomarán de la mano. Allá un pájaro les aventará tabaco a cambio de canciones. Mi padre les jugará una broma. Te prevengo, camarada.
Quiero decirte, Noel, que la vida permanece en tus versos. Que cada día, en el más desolador paisaje, tu voz se vuelve recurrencia para encontrarme la paz.