L. Carlos Sánchez
La vocación se adquiere y desarrolla como un compromiso ante los demás. Pretender decir la verdad es una premisa. La verdad de lo que acontece, la verdad de lo que duele o felicita. La verdad en lo que uno cree.
Manuella Rábago es actriz. Y recién se estrena como dramaturga con su texto Métete Teté que te metas Teté. Esta obra de manufactura Andamios Teatro, tuvo su estreno el viernes por la noche, en la misma casa que es un Teatro. En la intimidad de un cuarto, con los elementos necesarios para contar una historia que a todos debería importarnos.
De agradecer la escenografía que es utilería. El minimalismo como prueba fehaciente de que lo que importa es el discurso y no la ornamenta.
Teté es el personaje que nos reitera a la mujer como víctima del machismo. Consecuencia cultural, porque si antes fue la abuela quien tuvo que vivir normalizando el sometimiento que ejerce el varón, también la madre repite los patrones y como herencia los avatares de relación hostil para la hija.
Manuela Rábago nos lo dice en su monólogo. Con recursos a veces estridentes, una canción y otra. El baile que se advierte intenso y divertido, erótico ¿por qué no?, los pasos más sexis que implementa una joven en la pista de baile.
La lucha desde la dramaturgia, el escenario, la urgencia de llamar a reflexión a mujeres sometidas. Que asistan a los lugares donde pueden recibir atención y ayuda ante la violencia de género. El programa de mano de la obra incluye un manual para ilustrar a los asistentes de qué va la violencia contra la mujer. Incluso un número telefónico por si es preciso pedir auxilio.
La apuesta es más que clara, abordar la perspectiva de género a través del arte. Y lo hacen ellas, las mujeres otra vez, en ese espacio que es Casa Andamios, donde una y otra vez los hechos refrendan el compromiso social con el que desarrollan sus proyectos.
No escribiré la reseña fútil donde se describa que el personaje es una secretaria que espera a su jefe que es un doctor y mientras éste llega, ella…
Diré, mejor, que la obra fluye, que el texto con sus dosis de panfleto, (sobre todo ese cierre innecesario que convoca a las mujeres a ponerse abusadas, como si durante la obra no estuviera implícito el tema), es un texto en que el espectador puede sentir que la autora tiene conocimiento de causa en lo que expone. Incluso ella lo dice en conversación post aplausos como gratitud de lo que se vio en escena.
Volver al teatro que es Andamios, es reiterar que cuando la pasión ordena, los imposibles se derrocan. No miento si digo que durante la obra me emocionó el talento actoral en Manuela Rábago, su profesionalismo y sus capacidades para dar vida no solo a Teté, sino a diversos personajes. De uno al otro. El abuelo, el padre, la madre.
También tuve ganas de bailar, y de mentarle la madre a ese otro que, maldita cultura, va por la vida siendo un gañán.
Teté recuperará a sus hijos. Volverá por ellos ante la mano de la justicia. Porque el portazo final lo dio ante la posibilidad de ser ella quien finalice. A manos de la violencia.