Heriberto Duarte Rosas
Cuando se habla de los que escriben, se podría decir que lo hacen para saldar una deuda. Para liberarse. Para perderse. Para no volverse tan locos, o tan cuerdos. Eduardo Sacheri apunta que, en su caso, escribe para poder dormir. “Hacemos arte porque sabemos que la vida es tristísima, durísima y dificilísima. Y eso es lo que no nos deja dormir”.
Este libro. La ciudad del soul, no es una excepción de la vida durísima, del barrio caliente, de la celda fría. De la esperanza y la desesperanza. Como lo dijo Canek Guevara, La ciudad del soul es también un poema que habla de la calle. ¿Y quién ahora en los medios de comunicación quiere hablar sobre la calle?
Los olvidados de toda la vida siguen siendo olvidados.
La construcción de este libro nos acerca al olor de los barrios. Desde la memoria y desde su experiencia, Carlos Sánchez nos pone allí. A vivirlo, en corto, en Fa. Es una ronda por la otra ciudad.
La ciudad del soul en referencia directa a la capital de Sonora, podría bien ser cualquier otra ciudad. Porque la violencia en nuestro país es geográfica totalmente. Vivir aquí es sabernos el siguiente desaparecido. Sigo yo. Sigues tú. ¿Y quién ahora en los medios de comunicación querrá hablar sobre nosotros? Somos la próxima nota roja, fría y desechable.
Es por es que les convoco a leer este libro, que nos obliga a cambiar de zapatos, para recorrer otras vidas. Que nos pone la mirada hacia otra ciudad, que quizá no habitaremos. O que habitaron nuestros padres en el pasado. Y, que si hay suerte, no deberán habitar nuestros hijos.