Lo único que decir

Foto: Pina Saucedo.

Poema: Rocío Castro

El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males.

Leonard Cohen.

 

 

 

Tomé prestado el silencio que emana de tu oído,
cueva del caracol que no eres.
Aún no sé si es el mejor pretexto para balbucear o ponerle nombre a lo indecible que me resulta verte
inhalar la hecatombe que luego conviertes en jardín de frutos rojos.
Aún no se decir sin mirar atrás, alrededor o al porvenir.
Incluso no sé nadar el presente.
Y luego me viene esta sensación de haber nacido enferma, y en efecto, así es.

Ansío cabalgar sobre el día y la noche mientras sin memoria me transporto con una sonrisa al lugar
del mañana.
Por desgracia, aún tengo algo que decir.
He aprendido a caminar con el abrigo que formaste con tus brazos sobre mi espalda.
El frío se ha ido,  sin embargo, confieso que he guardado un amuleto: el retrato de mí, saliendo de ti.
Un bello dije que me acompaña en los días más oscuros de este sueño.
Pero he de regresarlo sin entender la idea del amor, sin arder en pensamientos, apagando en este
instante cualquier definición de los dos con este abrazo que te invento de palabras.

Dirás que hay un mecanismo de defensa al coleccionar cada detalle
Dirás que el automatismo ha hecho de mí un artesano de las palabras que no quieres leer ni
escuchar.
Cariño, he de cambiar.
Haré volar mis sentidos uno a uno y caminaré sin tomar ni un ápice de las cosas “importantes” que los
nuevos amantes se fabrican.
Y no habrá nada más que decir.

Regreso el amuleto para vaciarme, lo dejo ir en los abrazos que comparto en silencio o a escondidas.
¿Qué decir, qué nombrar que sea lo único?
La locura por “poetrizar” la forma cóncava de tu oreja es el peor pretexto para no aguantarme las
ganas de evocarte.
¿Acaso es algo, imaginar que puedo salir en la alborada rumbo a tu barba de salvia fresca, paisaje
donde juego a despertar entre el aire de campo que desprenden tus labios?
Ni siquiera es un asomo de ti.
Cuánto te siento.
Desearía que fuera un lamento.
No digas nada.
No pretendo llevarme tu lengua, antes prefiero guardar la munición que resulta de un beso.

Lo único que decir. Eso quiero.
Disfrutar, disfrutar.
Disfrutar sin distracciones cotidianas.
Disfrutar sin aferrarme al dolor.
Disfrutar mientras convierto tu piel en una grafía como ahora lo hago.
Disfrutar resistiendo.
Un día voy a lograrlo. Sin hablar mucho.

Rocío Castro. Ciudad Obregón Sonora, 1980. Estudió Literaturas Hispánicas en la UNISON. Ha publicado entrevistas, relatos y cuentos de forma intermitente en algunos medios y revistas digitales. Se ha desempeñado en la redacción de textos, ex webmaster.

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