Luis Álvarez Beltrán
El colectivo de narradoras que da lugar al lanzamiento del proyecto editorial Los Cuadernos del MAMBOROCK por medio de este libro de relatos La ciudad, los amigos, el mar, no sólo ofrecen sus plumas en fervor, no sólo abren la ventana que asoma los colores, matices y paisajes de sus días luminosos, no sólo acceden al confesionario de su verdad más cruel, sino, como lo dice en el prólogo la maestra Sylvia Aguilar Zéleny: Este libro es un volcar de almas.
Ante alumnos de las carreras de Informática y Asistente Directivo, en el cálido auditorio del Conalep Plantel Caborca, el editor del libro, Carlos Sánchez, atrapa la atención de los cincuenta oyentes: “No quisiera un fracaso en el sabio delito que es recordar”. La frase a cargo de Silvio Rodríguez es el epígrafe que antecede el contenido del libro y es también el enunciado con que el cronista hermosillense relata la experiencia del taller de escritura creativa en el ala de mujeres del Centro de Reinserción Social #1 de Hermosillo.
El auditorio, dominado por quinceañeros inquietos, retadores de la inteligencia probable del que emite el mensaje, de a poco convencen su atención hacia ese algo diferente que el conferencista de largos cabellos, barba, aspecto de hipster de barriada, trae entre palabras.
Se trata de un libro escrito tras las rejas. Se trata de un libro escrito desde la adversidad que supone la pena, desde el hándicap del estrago de no estar y no ser en perspectiva, desde la anulación o postergación social y muchas veces desde la desesperanza y la oscuridad implacable del túnel. El libro proviene desde el tuétano del dolor innegable: por eso no puede tan sólo un artificio. Por eso es que es genuino. Más allá de los cánones que dicta la academia, la literatura se amasa con el peso específico de carne de mujeres y toma sus olores de eso: ¿a qué huele la vida de una chica, de una hija, una mujer y madre?
El increíble sueño de Fabiola Cota de publicar un libro se vuelve real como la necesidad social de dar espacio a la reconstrucción de las personas en prisión, como lo dice la ideóloga Michéle Petit, las bibliotecas también sirven para la construcción de la identidad de las personas a quienes falta algo y lo encuentran en el mundo de los libros: leer para escribir. Carlos Sánchez lleva la biblioteca al CERESO femenil y esa posibilidad de tomar un taller de escritura posibilita la creación de esta obra.
Junto a Fabiola Cota, Nalleli Irazoky Castro, Claudia Chávez Domínguez, Mónica Ruvalcaba, Rosalía Enríquez, Carmen Aurora Martínez, María Rojas, Paola Zamudio, Amely Pérez, Lupita Rivera, Benicia Gallegos Sánchez, Leticia Espinoza Soto son las almas volcadas en el texto.
Fabiola compone en breve “Es decir”, un trabajoso escrito de cuartilla y media que aunque trastabilla, logra tomar su curso y en el estrago de expresarse, la improbable escritora no se ha dado cuenta que ha logrado una prosa poética a partir de la metáfora de los ojos y el cielo. El encanto se logra y eso abre las puertas para un libro feliz. Entrañable, por momentos amargo, doloroso, lleno de verdades profundas o de la catarsis que sugiere el internarse en la conciencia y en la confesión que llega a ser plasmar la vida en el papel.
Nalleli Irazoky Castro le sigue con “Engordar la vena”. Carlos lo lee íntegro a los alumnos de educación media superior y ellos escuchan atentos la historia del Güero Pecas, el drogadicto que creía que con sólo cometer un delito y caer preso le bastaba para lograr una temporada de rehabilitación y engordar la vena hasta recuperarse y seguir con su vida retomando la loquera eventualmente. Al igual que la cruda realidad de las calles, los relatos llevan esa fuerte dosis de humanidad propensa a la tragedia. En “Agüita de Coco” Claudia Chávez Domínguez, en un sentido monólogo le habla a su hija o a la niña que fue, o a ambas, decantándose en un trance de dulzura vertida en la amargura, como diría El Brindis del Bohemio hace ya casi un siglo. Claudia Chávez Domínguez se revela como una sorpresa en el arte del cuento por medio de “Jaime”, ese accidente del lenguaje con que nombra a ese mal de la tercera edad, el padecimiento llamado Alzheimer, con que evoca a su madre en una carta, o un recuerdo dedicado, que toma como referente para enmarcar la historia del gran amor de todos que es la madre. Mónica Ruvalcaba en “Su última caricia” narra la desgarradora historia de la frase entrecortada que la hija le lanza a su querido padre desde la línea telefónica que atormenta los días del autor de sus días, quien entre los dilemas existenciales y el infierno que últimamente le nubló la mirada y la claridad mental, sólo busca salida a su locura. La niña insiste sus palabras de amor. En “Tiempos Aquellos” Rosalía Enríquez nos contagia de la ternura de su infancia, el calor familiar, los olores de su casa y su pueblo campirano, las palabras chuscas y las situaciones comunes de la raza sencilla de la sierra o del Río Sonora, en una envidiable remembranza que es gozo y es anhelo. En “Operación Hormiga” Lupita Rivera hace gala descriptiva trayendo a cuento los días de su infancia en los campos de frijol en el Valle del Yaqui, dotando de valor literario una narración que logra registro de una cultura que muchos ya no conocerán, auténtica crónica de la vida de otros tiempos, en que una niña respiraba otras cosas, sentía de otra manera: soñaba, amaba, era feliz.
El humilde libro es todo un desfile de épocas compartidas de forma que mientras la mente del lector no pierde de vista que este es un proyecto emanado de un ejercicio didáctico de personas que logran un asidero en medio de una dura rutina, los relatos uno a uno nos convencen que este es un libro como cualquier otro, tal vez más que eso, los relatos logran vida propia, una independencia, un vuelo, una libertad de esas cuatro paredes y conquistan el corazón de quienes asisten a leerlos, porque todos nos encontramos dentro de ese libro. Todos hemos recorrido esos parajes pero es el libro el que nos remite a esos estados y lugares. Sin afán de ser visionarias, las mujeres que escriben nos desvelan nuestros propios recuerdos y no pocos sentimientos. La obra se vuelve álgida y no pierde su altura.
La segunda parte del libro se subtitula La radio en el pecho. Desde la curiosidad e infinita unicidad de la memoria de los seres humanos, las autoras desprenden anécdotas con sabor a cocina de hogares amorosos y humildes de los años setenta, de los años ochenta, de los años noventa, en que una imberbe muchacha se enamora de la voz del locutor de su programa favorito hasta llevarla al atrevimiento de salir a buscarle; o de la adolescente que tuvo a su radio como el Cupido que le flechó el amor y la hizo vivir enamorada durante diez años hasta despertar del sueño del primer amor. O de quienes la radio es sinónimo de amor a la madre, a la abuela, a la edad en que papá estaba en casa, amor a un tiempo que desde la circunstancia opuesta es estado de añoranza, lágrima dulce y fuerza que intenta redención. La escritura hace que las cosas retomen su sentido. La escritura vuelve su color a la piel, la sangre se reanima y hay una mirada que vuelve la mirada. A según se corren los renglones y se forman las líneas, la escritora recobra la respiración y el pensamiento acomoda las cosas. La sinrazón se convierte en razón.
Silvia Rousseau se refirió a este libro y sus historias como “Fuertes, nostálgicas, inmensamente amorosas, cándidas y mucho más, porque el pensamiento de sus autoras es libre, y la mente viaja…”
Los chicos de Conalep Caborca encontraron un fuerte motivo para convertirse en nuevos lectores de literatura y se volcaron sobre el texto, así los maestros presentes y así lo harán otros en la medida que su difusión se expanda en foros estatales. La felicidad implícita en las autoras de este libro a partir de la experiencia de escribir y publicar es per se una consecuencia preciosa de este esfuerzo.
Tomando la estafeta de lo que años atrás fuera Ediciones La Cábula, el proyecto editorial Los Cuadernos del MAMBOROCK le da voz a autores que suponen no serlo pero que nos sorprenden con literatura de la entraña, con rastros de vida en su más pura esencia ¿qué mejor literatura que esa? Y emprende a nivel estatal esta nueva oferta alternativa de lecturas que a partir de La ciudad, los amigos, el mar empieza con el pie derecho.