Hoy es doce de marzo. Y llueve
Abigael asoma su existencia
cae en gotas de palabras
se desplaza por las páginas
un ensayo un poema un acto dramático
de la pupila al sentimiento
de la rabia a la tristeza.
Un perro aúlla porque sí
se desquebraja desde la patas
hacia el hocico
mi perro no engañaba ni mordía
su mirada contradice a la paz
la lluvia lo envuelve de nostalgia
al perro que ya no es que sigue siendo
Abigael.
Hoy es doce de marzo. Y la lluvia
el ruido de un golpe sutil
como una oración de versos
del poema último que no escribió
porque la cama se convirtió en cuchillo
arropó de muerte el nicho para trasladarlo
al último hálito del niño que nunca dejó de ser
Abigael tendido en sus harapos:
Desde muerta mi amá: desmadrado.
Hoy es doce de marzo. Llueve
el reconcilio con la tribu abre su cortina
Abigael camina. Entra
el último escenario, la carpa y el circo
la voz y la palabra puesta en un montaje escénico
el llamado a cuentas: la sagrada familia
hoy es doce de marzo como aquel día
que Abigael abrió los ojos para encontrar abrazos
y desprecio.
Hoy es doce de marzo. Llueve
porque la celebración es agua
la pila del bautismo donde incubó la sorna
el ranchito que fue y que fui
la loca costumbre inherente de saberse loca
de ser lo que se elige o la vida nos decide
Abigael: pinto mi raya desde aquí: en este páramo que es
Caborca
adonde no quisiera regresar
ni en huesos
mejor solo que arrullado de rumores
el asco vandálico que señala a los que no
a los que sí: el recorrido inverso de las bases
por placer o padecimiento. Por lo que plazca
este que soy que sigo siendo
hoy es doce de marzo
¿Ustedes, qué?
(L. Carlos Sánchez).