El vato con botas y / o el arte como un acto de transformación

L. Carlos Sánchez

La literatura se vuelve un móvil. Atención desde la mirada que desencadena en pensamiento: aprendizaje, reflexiones. Actuación.

Son muchachos que anotan los días del calendario en el interior de una celda. En las páginas de un libro encuentran el reflejo de lo que son. Luego bajan a las aulas, ese recinto donde la hoja en blanco deja de serlo. Donde un lápiz pergeña trazos que proponen historietas. Donde a manera de prosa dicen lo que un día vivieron como experiencia.

Gilberto Landeros el Santini funge como instructor de estos muchachos. Desde sus funciones como trabajador en Centro Intermedio de ITAMA, propone los caminos para la cercanía con el arte, el ejercicio del arte.

Un día el Santini fundó el Intermedio Cine club, acuerpado desde la Coordinación de Cine de Instituto Sonorense de Cultura. Este espacio funge como subsede del Festival Internacional de Cine en el Desierto, desde algunos años a la fecha.

Así los días de picar piedra, de leer una obra de teatro en colectivo, de enfatizar en los matices de los personajes.

Con la perseverancia que cualquier disciplina artística requiere, hoy ha sido tiempo de cosecha. Los morros del Intermedio concretaron el montaje escénico El vato con botas, adaptación del mismísimo Santini y Julio  Orcí, maestro de música.

La escenografía, utilería, caracterización, los bocones, el manto negro como aforo. La historia de la garra que se requiere para concretar una empresa de tal manufactura. Una obra de teatro en el interior de una prisión.

La versatilidad es un encanto. El desarrollo de la obra donde el narrador, joven de potente voz, perfecta dicción, se propone con un constante  y atinado tono de humor. La decantación de la anécdota del clásico de la literatura, que se transporta a nuestra región, es el atino de contar las vicisitudes de un hombre pobre que con audacia de un gato da un vuelco a su vida.

Hay la generosidad en los creadores de incluir la presencia de los bocones, la caracterización de un campesino, un ogro, el mismísimo gato que una y otra vez rumia. Y de pronto a manera de colofón, una rola de rap, un corrido del personaje principal que se interpreta con pasos de baile.

El dicho preponderante: quemar cinta, que pronuncian los chavos que habitan una celda, da un vuelco, cuando el pensamiento se plasma en el ejercicio de un guion dramático, en la acción de un verso que se canta, en la preciosa oportunidad de construir en dibujos las historietas con trazos por demás poéticos y sugerentes.

Algo está cambiando, lo muchachos lo notan y lo manifiestan. Ese tendero de libros en el patio del Centro Intermedio es el mejor de los síntomas de que el arte es la vía contundente para transformar. Y prevenir.

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