Luis Álvarez Beltrán
Si son tres o son cinco los años que lleva el portal cultural de Mambo Rock, deben de ser cinco, acaso divididos en dos etapas, tomando en cuenta los meses que la página “no ha estado” por motivos o detalles menores o circunstanciales. Es lo mismo, da igual. Cuéntenle cinco años si las pequeñas diferencias no han de logran crear conflictos tan innecesarios entre nos. Que sean cinco.
In memoriam, el 21 de agosto del año 2014 envié a la edición de Mambo Rock el texto intitulado Código Error; fue publicado con absoluta culpa el 25 de agosto de 2014. Un año antes, poco menos, durante el año 2013, Carlos Sánchez había asestado atrocidades aún peores al publicarme menudas basuras narrativas, cosas como Languidez, 24/7, etc… Entonces no pueden ser tres los años que tiene Mambo Rock Periodismo y Literatura.
En descargo de mis colaboraciones, o como traducían al castellano en las novelas históricas de Taylor Caldwell en el siglo pasado cuando en lugar del “sin embargo”, el “empero”, el “al contrario” o el “en contraste”, anotaban la frase “a despecho de”, bueno, a despecho de mi pobre pluma, ahí han escrito grandes mentes y nombres: Ricardo Solís, Hugo Medina, Alex Ramírez, el poeta Luis Aguilar, el mismo Carlos Sánchez, Josefa Isabel Rojas y una pléyade de poetas, narradores, ensayistas, periodistas, dramaturgos, colaboradores aficionados en ascenso, mujeres en situación de cárcel, jóvenes varones en situación de cárcel… eso es Mambo Rock, la inclusión, la generación de voces, de sensibilidades, de realidades descriptas desde la pupila y el iris de una inviolable originalidad y desde el más genuino asomo de historias que nacen desde mucho más adentro que la pose, la imagen y el color caucásico, mestizo, indígena que nos semeja el ser.
Por eso… dijo Julio Iglesias, yo canto a la vida, a las gentes, yo canto al amor; al río que nace, a un niño, yo canto a la flor; yo canto a esas gentes que luchan por una ilusión, yo canto al recuerdo de un tiempo que ya no volvió… Así es Mambo Rock cuando leemos a Jeff Durango, al finado Eusebio Ruvalcaba, a Miguel Ángel Avilés o al mismo Carlos Sánchez, cuando desde la crónica, sin malvada intención, entre una línea y otra ya estamos instalados en el siglo XX, en el Hermosillo viejo, o en el San Luis Río Colorado del papá de Ignacio Mondaca, en los años universitarios de Ismael Mercado o en la Ciudad Oscura de Luis Enrique García… por eso nos gusta esta página con nombre de saludo y despedida, con nombre de contrastes de épocas y gente, con nombre de comunión sin prebenda o matices que se vuelven bordes, relieves entre iguales y diferenciación. También El Mayor Abigael Bohórquez frecuenta estas electrónicas catacumbas literarias desde su genio eterno, lo que lo vuelve vivo y lo que le brinda voz, esa voz que otros no son capaces de erigir, esa voz que otros no son capaces de saber que tienen… de asumir. Así como todos tenemos un Rascón escondido a un lado de la biblioteca familiar, un Rascón de cartón, de madera, de tela, de plástico, papel o cartulina, así todos los cultureros sonorenses nos hemos deleitado, incluso enamorado, de menos cautivado, conmovido, con un anónimo u obscuro texto salido tal vez del Reclusorio 1 o 2 de Hermosillo, leído en Mambo Rock, o de un poema llegado de Bolivia, Cuba, Venezuela, Colombia, Argentina, España, Polonia, Checoslovaquia, Guadalajara, Reynosa, Mazatlán, Oaxaca o Huatabampo, o traído desde el siglo pasado, o un decimonónico hallazgo que alguien tuvo a bien compartir. Mambo Rock somos todos leyendo o escribiendo.
Y sí… en el ínter de mediados de década se murió Monsiváis, murió Granados Chapa, perdimos a José Emilio Pacheco, a Eusebio Ruvalcaba, a Hugo Gutiérrez Vega, a Javier Valdez, recientemente al maestro Pitol, al mismo Ismael Mercado; pero al mismo tiempo los ganamos a todos porque todos están en nuestras bibliotecas públicas, en estas referencias del mundo de internet, pero sobre todo en sus verdaderos hemiciclos: sus libros. No deseo discurrir más. Nunca tomo el teclado para elucubrar digresiones correctas, sino las mínimas locuras que me hagan jugar la apuesta de poderme aliviar. Gracias lector y Gracias Mambo Rock.
Y sí… rumiaban los perros su impotencia, la calle era su cosmos y los carros sus estrellas fugaces, prohibitivo su alcance, las gentes alienígenas que había que respetar muy a pesar de su discriminación y no pocos oprobios; el anhelado hueso era estrago atravesado en nervios y entrecejo por su falsa promesa; el falo impostergable de su aroma de quicios desbordados librado en una guerra sin tregua ni cuartel, imposible de poder asestar, porque un macho alfa les rasgaba su cuello ante el primer intento, el enésimo intento, el dolor subía segundo tras segundo y la sangre manaba enfebrecida, palpitación de rabia; en tanto la mirada, mezcla de furia y de resignación, se contenía en gruñido, cualquier movimiento de abierta rebelión acababa en porrazo, en represión, en golpe y en mordida, el silencio de los perros comprende una frenética narrativa insospechada, sólo atina a aliviarse, quizás, con la mano inocente del niño-amo que lo soba en el lomo cuando acaso, si acaso, si es que acaso… los duros intestinos molerán lo que sea, lo que sea, una suerte de catártico engaño, y esta vida de perros.
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Y sí… y las bandadas libres, y los atrios asépticos, y el trajinar común de chicos saliendo de la escuela, y se comenta en ascuas la presencia furtiva de algún nuevo ratero, vendedores de droga hacen fila en sus carros para entregar dinero, recoger mercancía e irse a trabajar, la radio suena a otro nuevo cantante, exponente e imagen de música chatarra, la madre de familia, en sus obnulaciones, se olvida de agregarle el epazote a los frijoles de olla, se enojará el marido pero los hijos, con cierto extrañamiento, van a guardar silencio, el mediano, qué miedo, cada día se parece más al ogro de su padre, ha de ser, la vida se sucede en recibos de pago, en la vuelta de días, semanas, estaciones, de años y cumpleaños, fracasos y tropiezos y algún golpe de suerte, la señora se asoma a la ventana, un extraño que pasa enfrente de la casa se mira sospechoso, dicen que en cada forastero hay una historia negra que carga como sombra, uno de cada dos llega, golpea el barandal, se acerca hacia la puerta y le pide comida… y no puede evitar volver a imaginar que bajo el saco negro emergerá un cuchillo, un asalto violento, un peligro de muerte: qué dice la Biblia al respecto de esto, la tradición hebrea, qué sinónimo usa el libro de los libros para el sustantivo tan latinoamericano que describe al mendigo… católico significa universal, esto quiere decir que todos provenimos de la leyenda hebrea, la casa de David, directa o indirectamente todos somos judíos, y crucificadores… verdugos y traidores del Cristo disfrazado de prójimo, quintaesencia del único mandamiento que cuenta: amarás…
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Y sí… el pelo remojado, mal trabajo de toalla, mojaba por la espalda su blusa, su brassiere, pero esa falla inconsciente era nada frente a la premura de mirar a su hombre, su nuevo hombre, qué hombre, no recordaba el nombre, nombre agreste, hirsuto, agropecuario diría Abigael Bohórquez, entregada a una condición más animal que humana, más física y más química que lógica y moral, Adelaida diría a su mamá que iría con su amiga Eneida a hacer algún mandado, o mejor, a hacer un trámite escolar obligatorio, perentorio, los pequeños detalles, artilugios, que tenía dominados a fuerza de su necesidad para posibilitar aquella doble vida… El pelo se le quedó empapado, mal trabajo de toalla, entonces su mamá le cubrió la cabeza, le sacudió el cabello, la estrujó, la aprisionó con aquel trapo vetusto, casi percudido, casi maloliente, toalla deshilachada, accesoria, sin lavar, con el que indistintamente se secaba las manos o sacudía los muebles de la vieja cocina, hasta aprehenderla e inmovilizarla, y las palabras duras, implacables, herméticas, sin lugar a una réplica mínimo inteligible:
- ¡¿Qué te crees, pequeña mozalbete, que no sé en lo que andas, lo que las vecinas cuentan acerca de que cualquiera te levanta a la vuelta de la esquina, que te vas a llevar entre las patas mi nombre y mi apellido, el honor de toda la familia y el de tu pobre novio, y por qué no le dices, para que ya no venga, el pobre, que no vales siquiera lo que un cacahuate, chacha, crees que inventas un mundo, primero deberías aprender a lavar tus calzones, cocinar, hacerte mujercita, en lugar de pajuelearte como gallina flaca… o qué me vas a decir, que vas para la escuela, o a ver a alguna amiga, crees que no te conozco, te crees que nací ayer…?!-
La vida es una repetición cargada de sorpresas comunes, cotidianas, paroxismos vulgares que no por eso dejan de llenar la bolsita biliar de una nominativa mayoría de humanos.
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Y sí… la vida se congeló en esa microscópica secuencia de segundos, tras el tiro de esquina, todo el equipo contrario volcado contra su portería buscando la victoria, un gol de último minuto, su entrenador no podía soportar la humillación de que su equipo, sotanero a lo largo del torneo, con una seguidilla de diecinueve derrotas, jugando con sólo nueve jugadores, les robaran un prodigioso empate, a ellos, líderes generales con una seguidilla de diecinueve triunfos, el campeón goleador, la porra de su equipo, el orgullo, la vanidad, el ego deportivo en un momento dado se puede convertir en el peor enemigo de cualquier ser humano, y he ahí que Trini, el más pequeño, el más insignificante de los jugadores, ha tomado el rebote desde afuera del área y así es que va arrastrando, conduciendo a penas la pelota, corriendo en descolgada y el balón en los pies, contraataque letal, libra la media cancha camino a la milagrosa victoria, con once furibundos rivales corriendo detrás de él, incluyendo al altísimo y mal encarado portero imbatido, y Trini va asustado en camino hacia el gol, seis metros lo separan de su más cercano perseguidor, un temible defensa lateral campeón en atletismo como segundo oficio, mientras el Trini avanza hacia la gloria heroica de su primer victoria, recuerda con qué timidez pidió jugar con los amigos de su cuadra por la primera vez, la primera vez que experimentó la sensación de un balón en sus pies, en sus manos, la piel sintética, firme, las costuras y bordes, pelota coloreada en negros y amarillos, el enamoramiento del tacto del empeine golpeando en el esférico y éste trazando figuras en el aire para buscar el ángulo de alguna portería improvisada del paupérrimo barrio a partir de cercos y de postes de luz… y ahora este milagro, la portería abierta en la última jugada, y su barrio pequeño, marginal, de los sin uniforme, los desarrapados que armaron ese equipo para participar, pisar aquel rectángulo de tierra dibujado con cal, enmarcado con esas porterías, como quien habita un sueño acariciado, jugar en donde juegan todos los demás niños, los que en las primarias presumen trofeos y uniformes, poder jugar con ellos de igual a igual pero perdiendo siempre, hasta ahora… allá va Trini arengado con gritos eufóricos de todos sus amigos, allá va Trini al gol… ¡corre! ¡corre! ¡dispara! ¡dispara! ¡Trini! ¡Trini!
Trini corre y lleva la pelota de rojo con azul, un balón de marca original propiedad del rival, hasta se ve bonito, nuevo, reluciente, qué vértigo de Cristiano Ronaldo, qué habilidad de Lionel Messi, qué contundencia mágica del Chicharito Hernández, qué dirán en mi casa, ¿me creerán? ¿cómo lo contaré para poder decirles cómo fue todo esto? ¡qué desmayo! ¡qué susto! ¡qué emoción! ¡qué emoción!… sus zapatos de futbol no son tacos como el de sus rivales, son tenis y rompidos, trozados, donde se asoma un calcetín café, lo dejaron jugar faltando al reglamento, querían meterles una goliza de diez goles a cero y burlarse de ellos, por eso lo dejaron jugar sin ponerse calcetas o medias de futbol, sino esos calcetines impares que al cabos se parecen, café y negro, tan sólo sus amigos lo saben pero eso ya no importa, allá se ve la portería como la entrada al cielo… va Trini y la pelota, libró la media cancha y sus nerviosos pasos promedian el círculo central y la entrada al área grande, el dilema es tirar desde ahí, que no llegue desmayado el balón a la línea final, a la meta, a la línea de gol, o errar la puntería y rematar desviado, o pegar en el poste— ya siente los pasos del defensa lateral que parece alcanzarle y jalar su camisa, derribarlo, brincar sobre de él, su desvalida humanidad de nueve años… Trini corre, sentidos alterados, qué va a ser, qué va a hacer… esto está como para no perdérselo, nadie se lo puede perder… Trini es un buen niño, superlativamente emocional, hay algunas cosas que lo hacen muy feliz, meter un gol en esta situación lo haría muy feliz, lo haría muy feliz…
- … Trini… Trini… Trini… ¡Despierta, Trini…! Debes de ir a la escuela. Se te pegaron las cobijas otra vez, chamaco.-
A veces las mamás son personajes terriblemente crueles.
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Y sí… no llegaban los amigos para hacer la tarea de equipo de ciencias naturales a la reunión de tarde planeada por Rebeca en la biblioteca escolar, pero lo pájaros parados sobre los tirantes cables de luz miraban esa escena sin gran condescendencia, y la brisa incumbente del huidizo invierno no acabó de afectar a la desilusión de Rebeca que se quedó sin ver a Irán, su compañero de la clase, a quien no puede sacar del pensamiento, no sabe nada de su vida, dónde vive, qué hace cuando no está en la escuela, qué piensa sobre cualquier cosa… pasados los minutos, ella se consoló o al menos se distrajo comprando en la tienda de la escuela unas tarjetas con motivos curiosos, humorísticos, muy llamativos, donde leyó una frase que quiso conservar… el amor es una secreta y deliciosa espera.
Y sí… vinimos sin llegar, el auto se averió en el anonimato, las bolsas pesan mucho en la cuesta arriba, la algarabía es casi siempre momentánea pero deja su estela, y nunca se es capaz de persuadir a nadie que categórica y porfiadamente decide estar molesto, una inercia casi imposible de poder revertir, es cuando uno echa mano de su mejor sonrisa, mas nada es garantía… se quiere mientras se tiene la plena libertad de querer, antes de aparecer las tenazas primero aparentes y después incontestables de toda relación, se quiere mientras querer es una inefable felicidad muy parecida a una libertad de opción condicionada, una azarosa apuesta, como meter una moneda a una caja de sorpresas y sentir la alegría del regalo que ha de salir en la puerta que tapa el recipiente, esa risa insegura, esa idealización, esa aceptación que lo escudriña todo, ese ver el lado bueno de las cosas que, agotado el gusto, se convierte en lo opuesto, el aborrecimiento, el enfado, el hastío, el desdén, el olvido, el abandono y las vidas tiradas por un caño… por eso tal vez el amor no debería de contar con tantos adeptos, o debería ser tratado leyendo el instructivo, las letras pequeñas del contrato, o conocerlo bien antes del alto precio y que ultimadamente deje de ser el más grande e insondable misterio fraguado en dos personas, la más alta encomienda de extrapolar humanos… ese juego inocente de desenlace atroz.
Y sí… en el devenir de las noches, los hades hedonistas de las vidas adultas, acuden al rescate de toda sinrazón.
no es el aire el que me hace hablar, es tu risa.
no es lo suave lo que me hace temblar, es tu risa.
Viajar. Lucybell