
L. Carlos Sánchez
Sara Tolosa, bailarina, coreógrafa, se echa al impulso y se pone a crear. En ese espacio diminuto que también emerge desde el interior.
Sara antepone un suspiro a una respuesta. La expresión más poética, el silencio más elocuente. Al final de esta conversación usted apreciable lector, conmovedora lectora, sabrá de qué va. Entre pues, en esta conversación:
–¿Cómo has vivido el proceso de InQba, qué te queda?
–Siempre está en constante cambio, es una obra muy flexible aunque haya un guion o una estructura para no perdernos. Siempre que nos juntamos para replantear nos preguntamos qué vamos a hacer ahora, porque dentro de esos estímulos nos vamos sintiendo diferente, en base a ese guion necesitamos otras cosas, de ese guion que ya tenemos Perla y yo, entonces es volver a replantear por dónde va más que cómo hay que movernos, que en algunas cosas sí hay cierto lenguaje corporal pero el estímulo a veces se transforma. Me gusta esta obra que hemos creado, que está allí con nosotros como tercer colaborador, me gusta porque está cambiando todo el tiempo y es como un imán que tengo hacia eso de qué va a pasar, esa incertidumbre de cómo nos va a agarrar la obra, cómo nos va a decir que vayamos, cómo nos va a decir que el público esté con nosotros. Siempre es cuestionarnos cómo vamos a hacer porque hay cosas que no están fijas, es una obra flexible que nos da libertad.
–¿Por qué InQba, por qué el tema, ese lugar?
–De entrada, cuando empezó el proceso, cada quién habló de sus inquietudes. Llegábamos a esta cosa de bueno el cuerpo este experimento, esta cosa que es observada todo el tiempo. Poco a poco iban cayendo otros temas como las redes sociales, el estar publicando videos y que todo el tiempo estamos viendo gente o esta urgencia de protagonismo que siento que se plantea ahí, y ver qué pasa. Le llamamos InQba porque es prácticamente esta cosa de estoy siendo observado y estamos observando algo que se está transformando y a ver qué pasa, a ver qué sucede dentro de ese espacio delimitado donde estamos juntas pero estamos dentro de nuestro huevito. El cuerpo está siendo observado y estamos viendo qué le sucede.
–En esta coreografía te acompañas de Perla, ¿ella de qué te contamina o aporta o provee?
–Perla ha aportado bastante, ha ayudado mucho a aterrizar dando detalles a las escenas de la obra como por dónde va, ha esculpido bastante bien la obra y sobre eso hemos estado jugando, Perla le da claridad a la obra, sobre todo en las escenas y los temas, tiene bastante bagaje sobre diferentes temas que estamos abordando y siento que le ha dado mucho más claridad a la obra, esa fineza.
–¿Qué significa para ti estar en esta edición de Un Desierto para la Danza?
–Estoy muy contenta. Me encanta ser parte de esta cosa que le llaman danza joven, formar parte de este programa de los jóvenes coreógrafos o propuestas emergentes, con lenguajes distintos, me gusta compartir con el otro este artista sonorense que se está moviendo, que piensa diferente. Ahora que nos hemos encontrado en las diferentes funciones me gusta que dialoguemos sobre cómo vamos con nuestras obras, o cómo nos fue, estamos constantemente en diálogo, me gusta esta convivencia que se genera con los otros coreógrafos y estoy feliz de ver a este público fiel al desierto.
–Si hoy fueras a morir, ¿qué te gustaría vivir por última vez?
(Aquí es donde el suspiro, luego silencio, se convierte en la respuesta más elocuente. Y al volver):
–Quisiera bailar todo en un día, comer todo en un día, dormir mucho, reír mucho, ver a todas las personas que me importan, ver a las que ya no pude ver. Pero sobre todo: reír.