El cuerpo es también una extensión de la cultura

Los cuerpos. Foto: Juan Casanova

L. Carlos Sánchez

Los cuerpos: elemento directo. Contumaz como nombre de coreografía de danza contemporánea. Lo proponen desde Argentina los bailarines y coreógrafos Ramiro Cortez y Federico Fontán. Ambos bailan, ambos construyen, desde la intuición: ofertarse como instrumento de lo que pueda ocurrir en escena. Sin premisa establecida más allá del querer hacer y decir.

Los cuerpos, se presenta en contexto de Un Desierto para la Danza, donde su participación se avizora como cierre, que es el domingo 29 en Teatro de la Ciudad de Casa de la Cultura de Sonora, en Hermosillo.

Antes de que tercera llamada caiga, antes de que los bailarines habiten el teatro, nos damos el chance de la conversación. En ella Ramiro expone su sorpresa y vuelta de tuerca que le da a la visión de lo que creía era el lugar al cual llegaría.

Estaba convencido de que Sonora era Chihuahua, allí donde feminicidios ponen a la entidad en el mapa mundial. Pero ocurre – comenta- que llega  a Hermosillo y es testigo de un festival de danza donde la mayor parte se organiza por mujeres. Allí ocurre la vuelta de tuerca a la idea equívoca que se generó respecto del espacio al que presuntamente llegaría.

Durante la conversación, a tres voces, viene a colación el compromiso y el emblema que representa para el periodismo y la literatura el legado de Rodolfo Welsh. Empero, de eso no hablaremos aquí, porque el tema es la danza. Entonces, a lo que nos corresponde, de una vez:

–¿Qué obsesiones, qué deseos, qué objetivos, qué detona esta coreografía?

–(Ramiro Cortez): Lo que comienza como gran detonador de Los cuerpos, es unas ganas intuitivas de generar un movimiento propio con una identidad que sea nuestra. Comenzamos a crear esta obra en 2012 cuando estábamos terminando de estudiar en el taller de San Martín, una escuela bastante exigente a nivel formativa, en Buenos Aires. Habíamos sido dirigidos por distintos coreógrafos y sentíamos que necesitábamos hacer algo propio, de ahí empezamos a ensayar, pensar las posibilidades desde el cuerpo, y desde ahí empezamos a buscar escenas, el material de la obra que terminó de concluirse al año que le siguió después de toda esta investigación.

Uno de los detonantes principales son las mutaciones que suceden en el cuerpo a través de estadíos extremos, ya sea con un tono muscular extremo, con una tensión máxima, qué modificaciones se hacen visibles en los cuerpos a través de estas cuestiones del tono, de lo relacional entre uno y otro, la transpiración.

–¿La intuición es fundamental a la hora de crear?

–Para continuar hablando de Los cuerpos lo nombro como algo intuitivo porque no teníamos mucho conocimiento de hacia dónde íbamos ni de cómo lo íbamos a hacer, pero como que nos fuimos guiando más por estas ganas, por este deseo, por estas pulsiones de tocar lugares físicos que no habíamos tocado en otras experiencias escénicas. Es super importante la intuición, el deseo, la obsesión, son cuestiones que dan vida al hecho artístico y escénico, mantener estos deseos vivos y cercanos.

–Federico Cortez, ¿qué aprendizaje te deja este proyecto?

–Así como decía Ramiro, nosotros empezamos a trabajar desde un lugar ciego, yo le tengo un amor muy especial a la obra porque es la posibilidad de descubrir que sí se puede construir algo propio, sí se puede construir algo autogestivo y que eso puede llenarte un cien por ciento. Conectando con el tema de la intuición, fuimos dejándonos llevar por aquello que nos interesaba, sabíamos que el grupo El Descueve, un grupo argentino, nos interesaba, me interesaba su trabajo, pero tampoco queríamos hacer una copia, entonces es dejarse llevar por esos deseos internos de me gustaría explotar mi cuerpo, sentir que lo que hago escénicamente me completa un cien por ciento, ahí entras a buscar confiando ciegamente que si te vas entregando a esos deseos de manera obsesiva, de manera a veces estresada, pero confiando mucho en que hay algo real que te está empujando en realidad a querer expresarte, y en algún momento, con mucho trabajo, algo se abre y esa inspiración de pronto surge o uno siente que golpea contra algo que no sucede pero un día sucede porque estás inspirado, pero esa inspiración surge por todo ese trabajo que hiciste antes.

La obra me deja esa enseñanza de que ese proceso es posible. Confiamos en la disciplina, nos juntamos sin saber qué hacer ese día, tal vez solo hablamos ese día, y no sucede nada, pero eso posibilita que al próximo día algo despierte, esa disciplina es importante, es lo que yo me llevo.

–Allí mismo, Federico, en este punto del cual hablas, te dejas ir al misterio, a esa incertidumbre, ¿desde ese punto ciego has descubierto lo que estaba guardado dentro de ti?

–Acá me gustaría hablar de una persona que nos acompañó en el proceso que es Ciro Zorzoli, pedagogo y director de teatro, argentino, que nos hizo una tutoría artística del proyecto, y que nos ayudó a entender esto: uno tiene una propuesta para el ensayo, queremos ver diferentes maneras de chocar el cuerpo con la intención de fusionarnos, pero después en el momento en que uno está allí, escuchar aquello que surge de la relación y del momento, estando muy presente, permitiendo que emerjan de esa relación aquello que es desconocido y que no viene desde el lugar mental sino de un lugar físico, del hecho de poder estar ahí de verdad dejando que esa relación te afecte, y ahí surge eso que vos decís: si uno se deja tocar, estar tocando un cuerpo no es una idea, es una acción que despierta un montón de ideas y subconscientes, de sensaciones y emociones. En la obra trabajamos mucho con el híbrido entre lo animal y lo humano, y ahí también aparece la experiencia del instinto, la experiencia de aquello que es de manera intempestiva, antes de que uno lo pueda controlar.

–Ramiro, tomando en cuenta la historia de Argentina, ¿tienes alguna postura social al momento de interpretar con tu cuerpo, te interesa como objetivo?

–Cuando estaba en la secundaria, en la estancia de formación antes de empezar a bailar, participaba en muchos colectivos de militancia de izquierda, haciendo trabajos territoriales y de asistencialismo. Hay algo que me queda muy presente de esa experiencia y de cómo voy atravesando mi vida política adulta a través de la danza, porque hay algo que permite el movimiento que es solamente el cuerpo, y el cuerpo es igual en cualquier estrato social que se encuentre, hay cuerpos que están más maltratados, cuerpos con menor conciencia, con más limitaciones por una cuestión del entorno, precisamente por eso siento que la danza contemporánea permite encarnar todos los cuerpos siempre que se pueda nombrar de esa manera. Para mí, siendo argentino, actor protagonista de la historia, como siento que soy socialmente, encuentro que la danza es un lenguaje que puede vehiculizar tremendamente todas estas angustias, todas estas injusticias, porque no es a lo del orden que se pueda nombrar sino del orden que ya existen en nuestro cuerpo, nuestro cuerpo es toda esta historia que mencionas vos, tiene a Borges, a Cortázar, a Maradona, tiene la dictadura, la vuelta a la democracia, la fiestas populares, tiene la murga, tiene el tango, es algo que ya lo tenemos cuando nacemos porque el cuerpo es también una extensión de la cultura, nuestro cuerpo está amoldado por nuestra cultura y por nuestro entornos social, entonces yo siento que la danza es un gran puente para ese tipo de expresiones, que ya están dadas, no hay qué hacer nada, simplemente conectarse con la idea del cuerpo, con la idea de la historia.

–(Aquí la intervención de Federico): Dos cosas que se me aparecieron escuchando a Ramiro: por un lado que la sensación que teníamos cuando empezamos a crear, era como de sacarse algo de encima, que ahí también está la cosa intuitiva, se nos aparecía mucho la palabra de la explosión, que creo tenía mucho qué ver con poder eliminar de uno aquello con lo que uno no se siente cómodo o donde uno no es uno mismo, que podríamos pensar que es algo más de la persona pero que también es algo social, aquello que te atrapa, que en nosotros se podría manifestar a cómo bailar pero que después lo podemos llevar a muchos órdenes. Y que eso es el cuerpo pero también en relación de la danza es el movimiento. Hablábamos con una filósofa, Claudia Groesman, que trabaja con la danza en Buenos Aires, y nos decía que se habla mucho del cuerpo, pero en su trabajo ustedes trabajan más que con el cuerpo como concepto, lo hacen con el movimiento, y el movimiento es la manera que tiene el cuerpo en expresarse en relación, eso me parece interesante también, porque cuando uno encuentra su movimiento, uno encuentra cómo le da cauce al cuerpo para estar con otros, su propia manera, su propia particularidad, eso también es algo que nos interesa.

Algo que nos pasa en las evoluciones o cuando hablamos con gente, es que nos preguntan que si somos pareja, o nos dicen que la obra es homoerótica, esa y otras relaciones que tienen qué ver con la sexualidad, que obviamente son características que socialmente nos definen, y es interesante porque las ideas que a nosotros nos empujaron a trabajar no tienen qué ver con habar de la sexualidad, ni de género, sino más bien de construir cuerpos extraños y diferentes pero todos esos símbolos están en nuestra persona y de repente agarrar un cuerpo y querer metértelo dentro, tal vez uno está hablando de homoerotismo, hay erotismo por más que uno no esté pensando en eso.

–(Intervención de Ramiro): Eso también habla de lo que la gente necesita sublimar en un espectáculo. Nosotros hicimos unas funciones de esta obra en lo que fue un centro clandestino de detención que funcionó durante la última dictadura cívico militar, un gran centro de detención donde fueron exterminados un montón de militantes de diferentes inclinaciones sociales. Ahora este espacio se convirtió en el Centro Cultural de la Memoria Arnoldo Conti. Cuando hicimos la función allí, la obra se re escenificó de una manera categórica, porque estábamos en un espacio donde habían sido torturado y matados jóvenes en los setenta, durante la dictadura, entonces estábamos allí con nuestros cuerpos desnudos, tocándonos, siendo otros cuerpos, manipulándonos, cayéndonos, como muriendo, y eso abre un sentido que va más allá de lo que la obra propone, es una construcción de lo que el espectador necesita.

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