En este libro, Omar, el Navo, nos cuenta historias de tiempos ya muy idos o no tanto pero a fin de cuentas, tiempos que ya no están
Josefa Isabel Rojas Molina
De manera inesperada, como era de esperarse, conocí a Omar, en el mundo de los blogs, hace ya algunos años, yendo y viniendo, saltando de uno a otro blog, lo encontré y lo leí…
Lo que tenía publicado en su blog llamó muchísimo mi atención y busqué comunicarme con él. Resultó que se desempeñaba como bibliotecario, oficio que en el que he estado inmersa yo misma desde hace mucho tiempo
Me envió una carta, una postal…Regresó a Sonora, algunos de sus amigos son mis amigos. Presentamos libros suyos en Cananea y aquí en Hermosillo, él presentó uno mío… Me prestó libros, se los regresé, salvo uno, que olvido siempre darle…
Con estos antecedentes de gustos literarios compartidos, y de trabajos y amistades en común, me dispuse y puse a leer su más reciente libro.
Por el recuento, la recopilación del pasado, la invención de lo que nunca pasó, la creación de lo que hubiera debido haber pasado, escribimos. Por lo mismo leemos, para recuperar, revisar, encontrarnos en sitios imposibles en nuestro propio pasado… ¿Quién no sabe eso?… Pero es bueno recordarlo
Así, porque leí este libro sin ninguna estrategia, vi la puerta abierta y entré a recuperar, a relacionar historias y personajes ajenos con los propios. Que si Omar establece paralelismo entre un taquero y Miguel Ángel, o su mamá querida le recuerda a la Mona Lisa, yo encuentro que en la lucha libre que en un texto nos describe, están la pastorela y los cuentos de hadas… Permitiéndonos creer en la reivindicación del bien sobre el mal. Como niños que en las noches buscan tranquilizarse y poder dormir.
Los textos no están fechados, el orden o acomodo de estos en el libro parece ser arbitrario, aunque hay algunos que podemos ubicar temporalmente y decir: esto sin León, aquí ya está León, su hijo encantador, el futuro hombre bala. Los hijos nos cambian la vida, vemos lo que antes no, nuestro corazón se transforma. Posiblemente, yo no lo sé de cierto (Como diría, como dijo Sabines), algunas breves crónicas sean las más recientes, muy buenas, contundentes, pienso en “Sin rodeos: ni tú eres un toro ni yo una vaquera”, “A-filar”, “Putin es un meme”…
En este libro, Omar, el Navo, nos cuenta historias de tiempos ya muy idos o no tanto pero a fin de cuentas, tiempos que ya no están. Debo aclarar, que ningún tiempo está ya. He disfrutado de todos y cada uno de los relatos cronicados o las crónicas relatadas.
Yendo al relato que le da título al libro. Estas son como las leyendas que se fraguaron cuándo…
Había oído hablar de los Huipas, no sé en dónde ni cuándo. Lo más probable es que más bien haya leído acerca de ellos, Cananea es un norte montañoso y alejado de tradiciones, cantos y creencias de las regiones mayo y yaqui… Y sin venir necesariamente a cuento, recuerdo, la primera vez que supe, haber relacionado la historia de los Huipas con algo que mi madre contaba, que a su vez, mi abuela Isabel, Gámez por cierto, le había contado (eso que tú, Navo, llamas la “tierna tradición oral”): que a una mujer, un día, por rumbos de rancherías cercanas a Cuquiaráchic, un oso no se la comió, ni la mató…. La raptó y se la llevó a vivir a una cueva. A los años la mujer regresó. Casi irreconocible y con descendencia… Bueno, la historia sigue y tiene algunos vericuetos insólitos. En Cananea, a principios del SXX, asaltaron el banco y aunque la mayor parte de los asaltantes escapó, atraparon a uno, lo colgaron desde el puente de arco, de la calle principal del pueblo. Hay una foto en la que se ve un cuerpo literalmente colgado, del cuello, y debajo de él, gente transitando, una carreta, la vida alrededor de esa violencia…. Historias con detalles truculentos que nadie reconoce saber, el silencio incómodo como tú bien dices.
A pesar de ser historia por mí conocida, esta crónica que escribes, Omar, y que le da título al libro (Un título afortunado, el de “Voy a dar un pormenor” es otro), enriqueció mucho lo acontecido hace tanto tiempo, humanizó la crueldad antes solo leída, le dio un contexto, la naturaleza, la vida que rodeó y en la que los asesinos vivieron, la cotidiana vida de los muertos, esas piezas de rompecabezas que nos faltaban, no para entender, solo para creerlo. Eso pasó, no es un capítulo adornado ni romantizado de serie de Netflix. Para finalizar mi participación: A como están las cosas, capaz de que en lugar de una oración para que no se te aparezcan ni te asusten los Huipas, ande por ahí alguna tipo: “Si en una noche de jueves con luna llena dices Huipas siete veces…”, etcétera.