Poema y foto: Bruno Herley.
Dejar de estar en un lugar,
a la vista de todos,
para que sólo quede el dijeron,
el yo vi,
el tal vez.
La ciudad es chica
y los huecos de los que faltan son enormes,
desangran internamente;
el silencio es el mejor lugar
para masticar el horror.
Carlos andaba en malos pasos,
dijo su madre,
con la sombra en las palabras.
La mujer toma un poco de café y ahí centra la mirada,
oculta sus ojos con la taza y descubre su rostro desencajado
en la negrura del líquido, su gesto de sorpresa estalla en los ojos.
—Estaba en el porche, en cuclillas,
como todos los días. Llegaron en dos carros
y lo subieron a golpes, sin decir nada.
A Pedro lo sacaron de la casa,
llevaba las manos en la cabeza
para cubrirse de los golpes,
dijo su esposa,
quien balancea el cuerpo en una poltrona,
trata de destapar los oídos, sacar
el recuerdo,
ese pájaro obscuro
en el corazón.
A Juan lo llamaron por teléfono
y salió de su trabajo,
no se sabe nada de él;
su familia
actúa como si estuviera entre ellos,
en las fiestas lo nombran,
recrean sus bromas, sus dichos;
entre todos culebrea un tacto frio,
invisible.
Juan anduvo en La Maña,
pero luego se salió,
dijo su padre,
después pasó la mano
por el rostro
para cortar las palabras,
para decir que no dijo.
En la ciudad el silencio es antes
y después
de no estar,
sólo queda la nota periodística
a modo de recuerdo, como
esas fotos en las páginas sociales,
como el silencio
en la hojarasca.
*Bruno Herley, poeta y narrador. Ha publicado en antologías de poesía y cuento, tiene una novela corta de nombre Dios es sólo un nombre (cómo matar un pájaro con marketing), disponible en Amazon.