
Luis Álvarez Beltrán
Hace diez años, cuando Hilario Peña llevó la broma de escribir demasiado lejos, tan lejos que llegó a convertirse en un gran escritor, y que cambió su verdadero nombre, homónimo de los campeones mundiales de boxeo procedentes de Guadalajara, Alejandro “La Cobrita” González (Padre e Hijo), para no ser Alejandro González el escritor, y llegó a ser este que es, Hilario Peña, nombre cercano a personaje literario, de modo que alguno de sus personajes podría llamarse Hilario Peña y no dejaría de ser ficticio, porque él no es propiamente Hilario peña; pero bueno, entonces en aquella novela llamada Los Días de Rubí Chacón, de la Colección Editorial del Centro Cultural Tijuana 2007, no se leía uno de los cientos de libros que a nivel nacional surgen de los premios estatales de literatura, esa especie de accesos a la publicación de corte paternalista que atiborran los anaqueles de las bibliotecas públicas, libros muchas veces para ningún público, y que sirven para llenar las bolsas de regalo para los invitados a los festivales anuales que se hacen en las capitales urbanas de las 32 entidades de este México que Benito Taibo llama la Democrática República de los Lectores. Hace diez años, con Los Días de Rubí Chacón Hilario Peña ya era Hilario Peña. Había llevado la broma demasiado lejos, hasta convertirse en un escritor en serio.
La descripción de la vida de Tijuana, la construcción de personajes bien confeccionados, llenos de esos detalles que queremos ver en gentes que no somos nosotros, ese decir “sí es cierto, yo he conocido gente así”, el trato irreverente de la figura de Raúl Velasco cual canción de Molotov, ese develar la significancia retrógrada del nauseabundo perfume rosa de la cultura de las telenovelas y esa visión de la caída del imperio cultural televisivo nacional con sus portarretratos (Verónica Castro, Lucía Méndez, etc…) más unánimemente venerados desde una rastrera cultura de los sentimentalismos machistas, sexistas y misóginos, el circo de la gente; pero sobre todo el excelente relato del mundo de las maquiladoras con un sentido del humor digno de celebración, con un conocimiento intestino de ese fenómeno sociocultural que afecta a millones de personas; y ciertos escarceos intelectuales del funcionamiento del mundo, convirtieron a esa novela corta y a su autor en un hecho literario digno de tomarse en cuenta. No es fácil el arte de escribir una novela. Está visto que tan sólo uno de cada veinte, o cincuenta, lo hace bien. Hilario Peña demuestra en todas sus obras no sólo que tiene el aliento necesario para terminar una historia, sino lo principal e indispensable, hacerlo bien.
Publicar en la Colección Editorial del CECUT, como lo hizo Hilario Peña con Los Días de Rubí Chacón, es significativo siempre y cuando ello tenga una continuidad, es decir que se siga una carrera, un avance, un crecimiento. Hilario Peña logró un buen inicio que le sirvió para inmediatamente saltar a las ligas mayores de la literatura: Penguin Random House. Malasuerte en Tijuana, su siguiente proyecto, se convirtió en un super ventas dos años después, cuando este mazatleco avecindado en la frontera arañaba apenas los treinta años de edad.
Sus colegas y contemporáneos, Imanol Caneyada, Carlos Sánchez, Alfonso López Corral, Carlos Padilla y varios otros del territorio nacional, han dado ese salto a publicar y ocupar los estantes de las novedades de las librerías del país, narrando el nuevo México, el México del Norte, el México anticentralista pero sobre todo el México violento y crudo de este nuevo siglo. Algunas de sus obras han sido parte del esfuerzo de la editorial independiente NITRO/PRESS, interesada en apoyar su trabajo talentoso y en poner en manos de la gente una literatura de acuerdo a la visión sin complejos ni tapujos de esta nueva camada de autores.
En el año 2016, Hilario Peña, de la mano de NITRO/PRESS, publica Págale al Diablo, una novela de constante acción donde no un triángulo sino un polígono amoroso constituirá el enredo formidable de una serie de irredentos personajes que alrededor de tres millones de pesos, una apuesta que no puede fallar acerca de una pelea de box que paga demasiado bien, la venganza jurada de un crimen perpetrado varios años atrás y el poder sexual ilimitado de una hembra digna de adicción, son caldo de cultivo para una narración que voltea páginas y supera capítulos como leyendo un comic ochentero de acción: novela policiaca, el libro vaquero, kalimán, etc… Yo jamás leo un libro completo en un solo día. Éste no me llevo ni una vuelta de sol terminar de leerlo. Los 67 capítulos divididos en dos partes en tan sólo 111 páginas hacen de esta historieta un manjar para los amantes de la literatura de acción, aquella que no se detiene en descripciones innecesarias o en filosofías trilladas y de inservible praxis. El asunto es que al libro no le hace falta fotografía, la acción lo dice todo, los personajes están todos perfectamente retratados y se ganan igual el repudio o la simpatía del lector a partir de sus destellos de integridad o partir de su total carencia de la misma. Hilario Peña en su imaginario da cuenta de un mundo de personas que han caído en la inercia de su circunstancia, frecuentemente lindando la ambición, el deseo, el vicio, el delito, la violencia… y la violencia se coloca en los rostros, las narices de todos, a partir de factores completamente externos, ajenos, pero que llegan como marea roja y que te colocan de un momento a otro entre la espada y la pared: a veces es la espada, a veces la pared.
Silverio, el protagonista, narra en primera persona acerca de su mala estrella y, sin ambages, describe cómo se le cayeron las alas de su inocencia desde los primeros años y cómo tuvo que enfrentarse al mundo con el único lenguaje que conocen una buena parte de los habitantes de la vida de hoy: el uso de la fuerza. Telma, la contraparte, es decir la anti heroína de la historia, llega a ganarse la altura de todo un personaje, de razones ambiguas, de naturaleza implacable desde una debilidad que vuelve fortaleza y quien parece un ser abyecto hasta que, en contraste, la puedes considerar una superviviente que no en pocas ocasiones demuestra una valentía más allá de los límites del género.
Un gran serial de aspectos de la condición humana, con hombres y mujeres perfectamente reales, lo que los convierte en carne de excelente literatura verosímil, van dejando capítulo tras capítulo un estimulante sabor de intriga, de misterio, suspenso, interés, no sin una buena dosis del socarrón humor negro que distingue los relatos de Hilario Peña, un escritor que hay que conocer porque se ha ganado a pulso un buen lugar en las letras mexicanas de hoy. Págale al Diablo, trasladada al cine me hizo pensar en películas como Payback (Revancha) con Mel Gibson, dirigida por Brian Helgeland; Snatch (Cerdos y Diamantes) del británico Guy Ritchie, en el sentido de la acción imparable y en esa virtud de tener al espectador siempre a la expectativa de lo que va a suceder (entre tanto desmadre).
Hilario Peña se presentará en la Feria del Libro de Hermosillo 2017 el día Lunes 30 de Octubre a las 8:00 de la noche en Callejón Velasco, ofreciendo su más reciente obra Un Pueblo Llamado Redención, de Editorial Grijalbo, obra ganadora del Premio Bellas Artes de Novela “José Rubén Romero” 2016. Comentará su obra el gran autor y crítico literario sonorense Imanol Caneyada. No está mal como platillo principal para los laureados del Concurso del Libro Sonorense que serán premiados esa noche. Sea esta una invitación a disfrutar de un evento literario de altura.
Hilario Peña, lo mismo que Imanol Caneyada y Alfonso López Corral, forma parte también del grupo de autores participantes en la Antología de Relato Criminal: México Noir, compilada por el capitalino Iván Farías, (NITRO/PRESS. 2016), que será presentada en esta Feria del Libro de Hermosillo 2017, el día Miércoles 01 de Noviembre a las 7:00 de la noche en el mismo Callejón Velasco, a cargo del literato argentino Roberto Bardini. Sea esta una invitación a disfrutar de un evento literario de buena calidad.