
L. Carlos Sánchez
Dicen que actuar es vivir otras vidas. Yo digo que es como la lectura, al paso de las páginas de un libro uno siente las emociones del personaje. Se compadece o se felicita. A veces la euforia, la empatía, la disidencia.
La primera vez que miré a Jacinto Carrasco concluí que su mirada seguía prendida del niño que fue y que es. Luego su voz me pareció por demás lúdica, escucharlo me hace sentir como si estuviera en la narración de un cuento de los que nos contaban por las noches en el callejón del barrio.
Pasaron los días y me topé con su habilidad de actor, en un auditorio adaptado como teatro, en la Preparatoria Kino. Una obra por demás extravagante, con personajes complejos (bueno, quizá todo personaje sea complejo en este mundo, en este teatro).
Luego tuve la oportunidad de mirarlo actuar de nuevo, con otro personaje. La conclusión fue: Jacinto ama lo que hace. Su capacidad de entrega me estremeció.
Quise indagar regiones de su pensamiento sobre el oficio de actuar. Y le hice estas preguntas:
Jacinto, ¿cuándo fue la primera vez que una obra de teatro te maravilló?
Una vez me invitaron a una obra dentro de una combi, donde sólo cabíamos ocho espectadores, la obra transcurría en el monte que hoy en día es el estacionamiento del Centro de las Artes. Era una obra originaria de Guadalajara, de suspenso, de fantasmas en la carretera, fue cuando estaba en la preparatoria, no recuerdo el año.
¿Para qué sirve el arte?
Para entretener, para hablarle a la gente, para molestar, para olvidarse de la realidad por un rato, para perder el tiempo, para sentirse mal, para quedarse pensando camino a casa.
¿Qué es lo que más te seduce de trabajar como actor?
Estudiar al personaje, los motivos de sus acciones y, sin juzgarlo, representarlo, hacer lo más cercano a mí y lo más alejado, terminar la función agradecido por la oportunidad de representarlo.
Cuando estás en escena, ¿qué sensaciones experimentas?
Me gusta experimentar nervios, me gusta burlarme, molestarme, pero sobre todo: burlarme.
Te he visto actuando en algunas obras, al verte me queda la sensación que naciste para actuar, ¿qué me puedes decir al respecto?
No, no nací para eso. Tampoco nací para la profesión que tengo en estos momentos. Pero el arte escénico siempre me llama, por diversión, por obligación, siempre está ahí, en ocasiones he tratado de alejarme de él, pero siempre vuelvo.
Cuando estás en escena, ¿qué tanto dependes del otro para que el trabajo sea óptimo?
Bastante. Cuando encuentras a tu equipo de trabajo correcto se nota en escena y el público lo agradece.
Cuéntame una anécdota sobre un acontecimiento imprevisto en escena que hayas tenido que resolver en el acto.
Una vez me tocó suplir a un actor, había leído la primera parte de la obra (era la única que había escrita), la segunda parte me la explicaron durante el intermedio de 15 minutos.
Como espectador, ¿cuál es la obra que más has disfrutado?
Estrictamente como espectador, La cacatúa verde, de Bertolt Brecht, dirigida por Hilda Valencia.
Si regresaras a la infancia, ¿con cuál momento te quedarías para siempre?
El día que desenterré un pollo sin cabeza… ¡Vivo!
¿Se puede vivir del arte? ¿Es tu objetivo?
Justo hace unas semanas me preguntaba lo mismo, mi pregunta concreta era: en el gremio que tengo cerca, ¿se puede ser artista escénico de profesión sin volverse un ‘cerdo capitalista’? Aún no lo respondo, pero todo me indica que no, con algunas excepciones.
¿Qué momento del día es el que te hace más feliz?
En esta vida de movimiento continuo, trabajo esclavizante y con el calor de mi ciudad, la mejor parte de mi día es cuando me voy a dormir. Buenas noches.