Camaroneros: apuntes de un naufragio

L. Carlos Sánchez

Se le apuesta a la memoria. Cuando la mirada se maravilla ante un barco aparentemente inquebrantable, por ejemplo.

Se le apuesta a la mirada de esos años en lo que todo es maravilla y trascendencia: un ancla en la vida que es para siempre. Recordar.

Recordar en cada cita con los apuntes de las manos generosas que un día acudieron a las libretas para confeccionar en tinta los sucesos de un pueblo pesquero que es Empalme, Sonora.

Camaroneros es el título del libro escrito por Luis Núñez Noriega. Un libro que puede ser un reportaje, o una crónica, o un relato, tal vez el atisbo de lo que el lector pudiera considerar el capítulo de una novela.

El género es lo de menos cuando de comunicar se trata. Y si alguna premisa clara debe tener el ejercicio de la palabra es precisamente el comunicar.

Lo que aquí se comunica es la desolación que de pronto el temporal construye. El enfrentamiento súbito de pescadores contra el viento y las olas que se levantan sin compasión.

Y Luis Núñez estuvo allí, en ese día de ese año, mil novecientos setentaiséis, cuando en el interior de su escuela escuchó la noticia de muerte en mar adentro, donde el padre de su compañera de clase, Margarita, falleció ante los embates del huracán Liza.

El capitán Francisco Cota quedará ausente para siempre de los brazos de Margarita, y quedará también impreso en la memoria de ese Luis niño. Un Luis privilegiado de la compañía de su padre Luis Fernando, quien de oficio periodista, edificará los primeros adobes para la construcción de Camaroneros.

La gratitud es un tema que quizá subyace en el desarrollo de esta historia, gratitud a todas luces porque en la narración el lector se gratificará con la nostalgia que es la querencia de los padres para con los hijos.

Ver en el interior de un hospital al autor de este texto, que de pronto imbrica su voz con las voces de los personajes, es por demás entrañable, sobre todo cuando sabedores estamos que la historia de las familias, recurrentemente, guardan la desdicha de un padre que solo estuvo de paso y no volvió más.

Aquí la excepción de la regla. Aquí el padre que premia con batidos de chochomilk el comportamiento ejemplar del hijo que le acompaña en las faenas cotidianas que exige la investigación antes de arribar a la sala de redacción.

Empalme se nos revela como un puerto de resistencia, de enjundia y lucha. Empalme se nos viste de desgracia desde una lancha que vuelca y el mar asfixia la infancia. Siete muertos en total en un día que debió quedar en la anécdota como un acontecimiento de paseo feliz.

Así el contenido de Camaroneros. Este libro donde el autor nos conduce paso a paso a la reconstrucción de la desgracia, donde también nos describe la osadía valiente del capitán del barco Doroteo Arango, donde los pescadores cuentan también sus ilusiones y proyectos, el amor un lugar para subirse a mar abierto y pretender el regreso y repartir las ganancias de la faena en la colecta de camarón.

El mar, siempre el mar, ese horizonte que nos seduce con sus colores. En esta ocasión la belleza se manifiesta implícita, porque la palabra recrea lluvia, y relámpagos, recrea la férrea de lucha de Carlos el Guaymitas, único sobreviviente que según nos cuenta Luis Núñez, se prendió de un tambo de gas hasta que su cuerpo ergonómico ancló al metal hasta el regreso a la vida.

Camaroneros es un libro que también contiene lo metafísico, el universo antes del último hálito, de cuando ya la vida llama a cuentas y la muerte se avizora como un convite al que no se desea acudir.

Carlos el Guaymitas aferrado al rostro de su madre quien desde el cielo le brinda sus oraciones, la convocatoria para que siga en su lucha.

En esta aventura de páginas, el lector contiene la respiración, se sumerge en las olas de una catástrofe de los setenta.

Arriba también el lector a ese barco entrañable al cual, pasados los años, los pescadores que coinciden con el área donde éste naufragó, le brindan reverencia. Un aplauso por los que lucharon. Un dolor profundo por los nombres que no pudieron mantenerse a flote del mar y la vida.

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