Heriberto Duarte Rosas
Prendí la radio esta mañana. Un niño pide cantando una canción: Soy el mojado acaudalado pero en mi tierra quiero morir… y a continuación suena con Los Tigres del Norte. 102.7 FM La Comadre.
Esa rola, es la misma que aparece como leyenda en el cartel que tiene en sus manos uno de los presos de Folsom, en primera fila, cantando a todo corazón las canciones de Los Tigres.
Hace cincuenta años, en vivo, Johnny Cash grabó Folsom Prison Blues. La misma canción que ahora cantan los Tigres del Norte, quienes, hace cincuenta años también, dejaban Sinaloa -su natal Rosa Morada, poblado de Mocorito- para tocar por primera vez en los Estados Unidos.
Abren el concierto en la prisión de Folsom cantando el gran tema de Cash. Para continuar con sus canciones reconocidas sobre migración, cárcel y familia. La jaula de oro, Mi sangre prisionera, La bala.
Netflix es la plataforma anfitriona para que todo sea posible. Este concierto tras las rejas, viene a convertirse en una mirada de los presos hacia afuera. Los testimonios que sangran, que añoran, que los vinculan a la raíz. Hace cincuenta años, la cantidad de latinos en Folsom no se comparaba a la de hoy en día. Los latinos a los que tantas canciones han dedicado Los Tigres del Norte.
Dicen que cualquier presencia en la cárcel, para los presos y presas que nadie visita, es una oportunidad de conversar con la libertad. Esta fiesta doble para las mujeres y hombres reclusos, se convierte en momentos para mirar al pasado, lo que fue, el crimen, el error y los impulsos. La juventud y el deseo del sueño americano.
Un acordeón en manos de uno de los presos, se suma a los Hernández en el escenario. Esas manos son también mexicanas y de música norteña. Las reas toman su pareja y bailan, giran y se sonríen. En los ojos de los que presencian el acontecimiento, algo extrañamente nuevo nace. Algo extrañamente viejo late. Pero tú, ¿qué me has dado?
Los Tigres en Folsom, desde Netflix, es la música norteña a nivel global. Es poner el bajosexto y el acordeón en los oídos del mundo. Y eso también es un ¡Viva México! Ya que su estreno fue el pasado 15 de septiembre.
Producto del concierto, se viene el disco con el mismo nombre, a cargo del mismísimo Gustavo Santaolalla.
La música rompe fronteras, rompe las rejas, rompe las reglas. Con este documental, rompe el tiempo en cincuenta años. Esperemos sentados, que en medio siglo se vuelven a abrir las puertas de Folsom.