Heriberto Duarte
Álamos, Sonora.- Ahí viene un vato caminando por una orilla de La Alameda con una acordeón en el pecho.
—Ea, viejón: ¿van a tocar La carbonera?
—Qué onda, nel.
—¿Y la de Baile de cholos?
—Tampoco, ya le dije a Catana que saquemos esa, está bien chida.
—¿Un traguito?
—Va.
El acordeón de Gustavo entre la raza, anuncia la venida del Rafael Catana. Para arrancarse acústicos bajo el cielo de Álamos, este pueblo mágico de Sonora. Abre boca con esa rola que se llama “Dices”. No tengo una patineta para cruzar la ciudad. Y no limita los dedos mientras toca para apuntar a los callejones que también nombra para el drama natural de las rolas.
Pienso en las canciones de Rafael Catana en dos direcciones. Unas, con las que te hace habitar una ciudad, un pueblo, un espacio y funge como guía turístico del poema que canta. Ya lo dice el también cantautor Carlos Arellano: quién está al centro de la poesía es Catana. En este primer tipo, nos va dibujando paisajes y cuerpos. En un segundo tipo son las que habitan por dentro a quién escucha. Que esa presencia poderosa de la musicalidad del Catana se te mete también para bailar los ojos o los pies. Para salir corriendo a abrazar a alguien.
Hacen Mujer en la sombra y se sube la banda que le acompaña en este Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT 2023). Miguel Gallo Esparza viene con la guitarra eléctrica. En el acordeón y los teclados Gustavo Beltrán. Luis Corro en la batería y Damián Martínez al bajo. Todos juntos como banda agrandan las canciones dentro del funk y del rocanrol, manteniendo el siempre espíritu folk del Catana.
“Para el cielo de Sonora que es un cielo muy femenino” canta Esa mujer. Gritamos juntos el amor con El Bato, y brindamos con el vino y el tequila, rondando las esquinas, como dice la rola.
Para este concierto la lista de canciones en su mayoría pertenecen al disco que ya mero se estrena “Ruido en el corazón” y al disco “Terregal” y un par de “La rabia de los locos”. A excepción de las rolas de cabecera. Del nuevo tocan Romántico y hacen también Coyoacana, que como decía hace dos párrafos, es este tipo de rola que nos pone en un sitio para verlo con ojos nuevos desde su pluma, como en otros discos lo hace con Nonoalco o En la estación de Guadalajara.
Las composiciones del veracruzano siempre están en movimiento. A bordo de un tren, en patineta, en un autobús. Hacia el mar, desde la frontera, en el desierto. Son canciones que escapan, que están huyendo. ¿Son canciones que escapan? ¿Están huyendo?
El Catana llama a bailar a todos los presentes para mitigar el frío de enero. Tocan Alí y suena árabe, sangre negra, es una danza. Se chamanea, baila, le hace caras al público. Y el sonido de la banda pareciera que está llamando a animales ancestrales a mover el esqueleto.
No quiero que se acabe el concierto, pero es imposible. Las canciones del Catana iluminan esta noche, pero también otras noches. Creo que muy pocas de ellas suceden de día o se cantan de día. Considero que debe ser Catana el más nocturno de los rupestres. Las canciones más nocturnas que se hacen en México con guitarra de palo y corazón.
Cuenta al micrófono que varios de sus compas de este lado lo han declarado hijo emérito de Sonora. Luego invita a cuestionarnos por qué no vivimos cerca del mar. Y que mejor es tener una tabla de surf, que camiones. Los surfos.
Abraza desde el escenario al público y el público aplaude su música y a la banda. No da la espalda sin decirle a todos: Aquí tienen el corazón del Catana.
Hay mucha luz en tu cuerpo de lowrider…
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